El Tiempo es de Dios

viernes, 28 de mayo de 2010

Una moral sin Dios: El subjetivismo ético

Una de las críticas que recibí, a raíz del artículo "Las incongruencias de Ateodom" posteado la semana pasada, fue la de que la moral no depende estrictamente de que creamos en la existencia de Dios. Me alegro cuando recibo críticas de ese tipo, pues resulta muy frustrante argumentar con manzanas y que nos respondan con peras.

Imaginen el caso de un estudiante al cual su profesora corrige, porque respondió en un examen de matemáticas que dos más dos es igual a cinco; pero entonces el estudiante le replica airado: “¿Qué derecho tiene a hablarme de matemáticas, si todo el mundo sabe que Ud. no tiene misericordia al aplicar la disciplina en el aula?”

Es posible que la profesora en cuestión sea demasiado estricta al aplicar la disciplina a sus estudiantes, pero eso no elimina el hecho de que ciertamente el estudiante estaba equivocado en su respuesta.

Pero en el caso de la crítica citada más arriba, las manzanas fueron respondidas con manzanas, lo que nos permite un diálogo significativo y provechoso.

En lo tocante a la moral, no han faltado los intentos de desarrollar sistemas éticos aparte de la revelación bíblica, pero, como espero demostrar en las entradas de esta semana, todos esos sistemas terminan empantanados.

El primero es el subjetivismo ético. En el subjetivismo ético, cuando alguien dice que algo es moralmente bueno, lo que en realidad está diciendo es que le gusta o lo aprueba. En esta posición el juicio moral no depende de un estándar moral objetivo que distingue lo bueno de lo malo, sino de los sentimientos subjetivos del que habla. Cinco consecuencias paradójicas se derivan de esta teoría:

En el subjetivismo ético, una persona siempre está en lo correcto cuando hace un juicio moral:

La única posibilidad de equivocarse en este sistema es evaluando erróneamente nuestros propios sentimientos. En otras palabras, si digo que robar es bueno, la única posibilidad de estar equivocado es, si en el fondo de mi corazón, me desagrada que alguien robe.

Y, por supuesto, ningún subjetivista ético puede sostener que alguien que tenga una opinión diferente a la suya está equivocado. Si el otro se siente bien haciendo lo que hace, tengo que concluir que está bien, aunque yo no esté de acuerdo con su conducta.

Todas las acciones serían buenas y malas al mismo tiempo:

Por ejemplo, si “A” sostiene la posición de que la pena capital es errónea, y “B” sostiene que la pena capital es correcta, según el subjetivismo ético no existe un desacuerdo significativo entre ambos. Lo que “A” quiere decir en realidad es que a él le disgusta la pena capital, mientras que “B” dice que le gusta.

Los desacuerdos en cuestiones morales no existirían:

Esto se deriva de lo que acabamos de ver en el punto anterior. Imaginen el caso donde “A” dice: “Yo tengo los ojos negros”, y “B” objeta diciendo: “No, yo tengo los ojos azules”; ¿existe algún desacuerdo real entre ambos? Por supuesto que no. Estarían en la misma situación si “A” dijera: “Me gusta el brócoli” y “B” dijera: “Pues a mí no me gusta”.

El problema es que esto se aplica también a cuestiones morales. Alguien pudiera decir: “Me desagrada la homosexualidad”; y la otra persona dice: “Pues a mí me agradan los homosexuales”; según el subjetivismo ético, ambos están bien, pues están expresando correctamente los sentimientos de sus corazones con respecto a la homosexualidad.

Dos personas nunca se referirían a lo mismo al hacer juicios morales:

Imagínense a dos personas diciendo: “Robar es malo”; ambos estarían expresando su propio sentimiento subjetivo en lo tocante al robar y, por eso mismo, no necesariamente se refieren a la misma cosa, pues existe la posibilidad de que les disguste el robo por diferentes razones.

Tal vez uno piensa que robar es malo porque el ladrón se expone a pescar un resfriado al tener que salir de noche a robar, mientras el otro cree que es malo porque promueve la vagancia. Pero ningún subjetivista ético piensa que el robo es un mal moral objetivo. Todo depende de cómo nos sentimos con respecto a las cosas.

El subjetivismo ético torna un juicio moral aparentemente significativo en una contradicción:

Imaginemos a un hombre que dice: “A mí me gusta emborracharme, pero yo sé que es incorrecto”. En el subjetivismo ético esa frase no tiene ningún sentido, pues lo que esa persona realmente estaria diciendo es: “A mí me gusta emborracharme, pero en realidad no me gusta emborracharme”. Sería muy diferente en el caso de alguien que “sabe” que emborracharse es moralmente malo, pero aún así se siente atraído por el alcohol.

En conclusión, el subjetivismo ético es un sistema ético que a final de cuentas termina reducido en nada. A pesar de eso, en nuestra sociedad abundan los subjetivistas éticos, personas que piensan que su estilo de vida no puede ser criticado, pues ellos están siguiendo, simple y sencillamente, los impulsos de su corazón.

“Vive tu como te plazca y déjame vivir como a mí me plazca, y todo el mundo tranquilo”. El problema es que tarde o temprano lo que a ti te place puede chocar frontalmente con lo que le place a tu vecino. El subjetivismo hunde a la sociedad en un caos total.

© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.


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