El Tiempo es de Dios

viernes, 28 de mayo de 2010

La Biblia es inerrante y sorprendentemente coherente


El argumento de las profecías cumplidas es, indudablemente, una fuerte evidencia a favor de la inspiración de las Escrituras. Pero es igualmente contundente el hecho de que la Biblia es inerrante.

He aquí un libro que comenzó a escribirse alrededor del año 1500 a. de C., cuando aún los pueblos y naciones de la tierra más avanzados estaban llenos de mitos y leyendas. Y sin embargo, la Biblia no tiene ningún error histórico, ningún error geográfico, ningún error científico.

Como bien señalan Maxwell Coder y George F. Howe: “Las Escrituras mencionan grandes naciones, reyes, ciudades, pueblos, ligándolo todo con fechas y episodios específicos durante miles de años, sin cometer jamás ningún error” (cit. por Dickson; El Ocaso de los Incrédulos; pg. 348).

Y aún sin ser un libro de ciencias, no deja de ser interesante ver cómo la Biblia nos provee incidentalmente ciertas informaciones de cosas que el hombre vendría a descubrir cientos de años más tarde.

Por ejemplo, en Lv. 17:11 se nos dice que la vida está en la sangre; en Job 26:7 que la tierra está suspendida sobre nada; y en Ecl. 1:6-7 se describe el ciclo del agua (el proceso a través del cual el vapor de agua se condensa y se precipita como lluvia y como nieve, para entonces llegar al mar y de allí volver de nuevo a las nubes a través de la evaporación).

Pero no sólo eso. El argumento interno a favor de la Biblia viene a ser más contundente cuando tomamos en cuenta la coherencia, armonía y unidad orgánica que la Biblia posee.

Algunas personas atacan las Escrituras aduciendo el hecho de que fue escrita por hombres. Y ciertamente la Biblia no pretende haber descendido del cielo como un libro escrito directamente por Dios. La Biblia afirma más bien haber sido escrita por hombres inspirados por Dios.

La Biblia es una recopilación de 66 libros que fueron escritos en un período de 1,500 años, a lo largo de 60 generaciones, por unos 40 autores distintos, en 3 continentes distintos y en 3 idiomas distintos.

Para complicarlo un poco más, sus autores no sólo estaban separados unos de otros en el tiempo, en algunos casos por cientos de años de distancia, sino también por contextos culturales y vocacionales muy distintos. Entre los autores bíblicos encontramos reyes, pescadores, poetas, hombres de estado, soldados, sacerdotes, maestros, un médico, un pastor de ovejas.

Pero para complicarlo todavía un poco más, la Biblia incluye en su contenido centenares de temas reconocidamente controversiales: la naturaleza del verdadero Dios, el camino de salvación, las normas éticas que deben regir la vida del hombre, el destino final de la humanidad, entre otros. Y sin embargo, la Biblia no sólo manifiesta una extraordinaria coherencia y armonía de principio a fin, sino también una perfecta unidad orgánica.

Cuando hablamos de unidad orgánica nos referimos básicamente a ese tipo de unidad donde cada parte es necesaria para explicar y completar el todo. El cuerpo humano, por ejemplo, posee esa clase de unidad.

Y lo mismo vemos en la creación. Esa misma coherencia, armonía y unidad que encontramos en la creación, de manera que todas las cosas creadas constituyen un universo (y no un “multiverso”), es la misma coherencia, armonía y unidad que encontramos en las Sagradas Escrituras.

Eso resulta sencillamente imposible de explicar, a menos que una Persona (con “P” mayúscula, claro está) haya supervisado sabiamente a esos 40 autores durante esos 1,500 años, de modo que esos 66 libros constituyeran en realidad un solo libro: La Biblia, la Palabra infalible e inerrante de Dios.

© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.

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