El Tiempo es de Dios

viernes, 14 de mayo de 2010

Dios..., más grande que el corazón


‘DIOS ES MÁS GRANDE QUE NUESTRO CORAZÓN’
Breve reflexión sobre el teólogo Juan Calvino
Dr. Enrique Vijver

Si queremos entender bien a Juan Calvino debemos situarlo en su propio tiempo. Es lo que trato de hacer en este artículo. Sólo de esa manera podemos descubrir los elementos positivos de su pensamiento teológico.

Los siglos 14 y 15 fueron un tiempo de tremendos desastres en el continente europeo. Menciono la guerra de cien años entre Francia e Inglaterra y sobre todo esa otra catástrofe de carácter apocalíptico que exigía la vida de tantos seres humanos: la muerte negra o la peste. Esa terrible enfermedad, que invadió al continente europeo en cuatro oleadas sucesivas, junto con la violencia y la crueldad humanas, fueron las causas principales por las que en el siglo 15, de la mitad hasta las dos terceras partes de la población entera entre la India en el Este e Islandia en el Oeste había desaparecido.
Quien lee las crónicas sobre esos tiempos ahora tan remotos, queda atónito ante el sufrimiento humano. Poco a poco uno va entendiendo por qué la gente de aquel tiempo creía estar en presencia el fin del mundo.

El esfuerzo intelectual y espiritual del siglo 15 estaba concentrado en la búsqueda de un nuevo fundamento para el hombre. La iglesia Católica Romana ya no fue el hogar donde la gente podía encontrar el alimento para su espíritu. La iglesia había perdido su credibilidad debido a la corrupción y sus luchas internas. Si tenemos en cuenta la necesidad espiritual de la gente debido a los desastres que la humanidad estaba sufriendo, entonces tenemos que reconocer que la iglesia fracasó en gran manera en aquellos siglos. Había un vacío espiritual que un sinnúmero de movimientos espirituales a veces de caracter extremo como por ejemplo los flagelantes, trató de ocupar.
En el trascurso del siglo 15 surge el movimiento nuevo del Renacimiento. Es una prueba de la dinámica misteriosa de la historia humana que después de tanto sufrimiento y tanta muerte, el ser humano se levanta y encuentra energías nuevas para continuar viviendo. Fuente de inspiración es la cultura Greco-Romana. Y en oposición a la impotencia y la debilidad humanas que los hombres han vivido en los tiempos anteriores, ahora la élite intelectual enfatiza la potencia intelectual y moral de la raza humana. El ser humano, así lo creen ahora, dispone de su razón, de su moralidad y de muchas otras capacidades. De las ruínas va naciendo otro tipo de ser humano, que ya no se siente impotente frente a los caprichos de la vida, sino que está dotado con la voluntad y la capacidad de trabajar el mundo y su propia existencia. El Renacimiento como movimiento cultural se va extendiendo por gran parte de Europa. Se caracteriza por una visión del hombre positiva y optimista.

Juan Calvino nace en el año 1509 y entonces le toca vivir este proceso fascinante de transformación cultural. Sus maestros intelectuales son pensadores como Erasmus y Melanchton, representantes del nuevo humanismo. Paulatinamente Calvino va encontrando su propio rumbo en el laberinto del pensamiento humano de aquel tiempo de grandes cambios. Lentamente Calvino se va dando cuenta de las fallas de la iglesia Católica Romana. Pero después de algunos años también descubre los errores del pensamiento humanista del Renacimiento.
Calvino ve que la iglesia Católica no es el hogar espiritual que la gente está buscando. Pero tampoco cree que el hombre pueda ser su propio fundamento. No comparte el optimismo del humanismo. Al contrario, ha descubierto la maldad y la decadencia del hombre.

El núcleo de la teología de Calvino es la afirmación de la grandeza y la trascendencia de Dios. Podemos expresar esa creencia claramente con las palabras de la primera carta de Juan: “Dios es más grande que nuestro corazón” (I San Juan 3, 20). Es decir, Dios siempre está más allá de lo que hacemos, sabemos y pensamos los hombres.
Si la iglesia Católica, con sus santos, sus ritos y sus ceremonias, pretende garantizarnos la salvación divina, entonces ya se ha convertido en una institución soberbia. Dios y su voluntad salvífica están fuera de nuestro alcance. La iglesia no está en condición de presentarse como el representante perfecto de Dios. Pero es lo que estaba haciendo la iglesia Católica en aquel tiempo.
El único hogar espiritual para el hombre es Dios mismo y su Palabra gracias a la que nosotros podemos conocer su voluntad. Ni la iglesia, ni el hombre mismo pueden salvar a la humanidad. Una iglesia que se ha colocado a si misma entre Dios y el hombre no está respondiendo a su misión. La fe es una cuestión personal del ser humano. Para comunicarse con Dios el hombre no necesita ni a la iglesia con sus ritos ni a alguna persona humana. Lo único necesario es que el hombre sepa escuchar y obedecer la Palabra de Dios.

Los cristianos tenemos que leer la Biblia, estudiarla para profundizar nuestro conocimiento de la voluntad de Dios. Nunca pensemos que podemos asegurarnos la salvación por medio de nuestra propia religión. El Dios omnipotente y trascendente es dueño de la salvación.
Según Calvino, para celebrar un culto, no hace falta que estén todos los atributos ceremoniales de la iglesia Católica ni que esté todo el clero. Alcanza con que dispongamos de una Biblia y un lugar para reunirnos. Alcanza con que leamos y escuchemos la Palabra de Dios. Alcanza con que haya un predicador, bien preparado, que nos explique la Palabra. El culto de Calvino es sumamente sobrio.

Consecuencia de la afirmación de la trascendencia divina es que el mundo ha sido dejado a la responsabilidad humana. Dios es Señor del mundo entero y como tal está más allá de todo lo que existe. Los hombres por ende tenemos el deber de hacernos cargo del mundo.
Esta es la base de la ética calvinista acerca del trabajo humano. El hombre no trabaja simplemente para ganarse la vida. Trabaja porque es su vocación como ser humano. Y no solamente el trabajo espiritual del clero es vocación divina, sino todo tipo de trabajo. Es nuestro deber y nuestra responsabilidad dedicarnos por completo a nuestro trabajo. El Creador nos creó para que nosotros seamos trabajadores creativos en la tierra. Somos nada menos que la imagen de Dios. Entonces, no nos corresponde perder el tiempo gozando de los frutos agradables de nuestro trabajo. El trabajo no existe como fuente de gozo; es un deber y como tal es la manera más adecuada de mostrar nuestra obediencia a Dios. Nos corresponde vivir trabajosa y sobriamente.
El aspecto fuerte de esta moral calvinista es su énfasis en la responsabilidad humana por el mundo. El hombre vive en el mundo para dedicarse a él y para cuidarlo bien. El calvinismo en todas sus versiones siempre ha tenido un interés muy grande en la ética. En muchas iglesias calvinistas la lectura del Decálogo todavía ocupa en lugar importante en la liturgia.

Si Dios nos ha dejado la realidad para que la cuidemos, eso significa también que podemos investigarla para ampliar nuestro conocimiento de ella. Si es nuestra vocación trabajar la tierra con toda nuestra fuerza y toda nuestra razón, entonces hagámoslo usando y desarrollando la razón. Los hombres honramos a Dios el Creador con nuestro conocimiento de la realidad. La ciencia no se opone a la fe, sino que es resultado de ella. Teniendo en cuenta esto, puede sorprender que muchos protestantes de origen calvinista, a pesar de su propia tradición, se hayan resistido al desarrollo de las ciencias. Todavía hay protestantes ortodoxos que en base a su fe, rechazan por ejemplo las teorías científicas sobre el origen del mundo. Tal actitud negativa hacia la labor racional del hombre no corresponde a un calvinista.

Hay una cuestión sumamente importante que Calvino debe solucionar. Incluso la solución que Calvino da a este problema llega a ser un elemento decisivo en todo su pensamiento teológico.
Hasta la época del Renacimiento y de la Reforma, la iglesia Católica Romana había sido el hogar espiritual indiscutido para todo el mundo. Podemos decir que la iglesia representaba otro orden, un orden que estaba más allá del orden visible del mundo y de las cosas que suceden. Más allá de la presencia masiva de la muerte y del sufrimiento humano, había otra realidad, donde no había muerte ni dolor. Después de morir los fieles iban a pasar a ese “más allá” para gozar de la salvación eterna que Dios había prometido a los creyentes. La iglesia de hecho funcionó en la conciencia de los creyentes – es decir, de todo el mundo – como el acceso a ese paraíso divino.
Todo ese orden espiritual que para la gente durante mucho tiempo había sido la base y el sostén de su vida, se estaba viniendo abajo durante los siglos 15 y 16. Y aunque muchos lógicamente veían los errores y la decadencia de la iglesia católica, sin embargo fue su propio hogar espiritual el que se estaba derrumbando. Para una elite cultural las ideas humanistas del Renacimiento dieron un fundamento nuevo a su vida, pero no fue así para la gran masa de la gente. Para la mayoría de la gente debido a los fracasos de la iglesia Católica se abría un vacío espiritual.
Esa es la cuestión a la que me refiero, la cuestión que Calvino tenía que solucionar.

La base absoluta del orden nuevo para Calvino fue la Palabra de Dios. Pero Calvino necesitaba algo más para que la Palabra divina pudiera convertirse en el fundamento concreto de la religión protestante. ¿Cuál va a ser la religión que se basa en la Palabra divina? ¿Tendrá la capacidad de convertirse en un nuevo hogar espiritual para la gente? Esa es la cuestión decisiva.
El principio importante que Calvino llega a formular es la disciplina. Para que vaya naciendo un orden nuevo que pueda ser hogar espiritual para los creyentes, ellos entonces deben vivir disciplinadamente según las instrucciones divinas que encontramos en la Biblia. Calvino trabaja durante años en la ciudad de Ginebra para formar una iglesia bien ordenada y conducida. Va a ser una iglesia basada en una reglamentación muy elaborada. Los feligreses de Ginebra tienen el deber de obedecer todas las reglas de la iglesia. Se crea un sistema de control y se aplican castigos duros a los que no lo cumplen. Calvino está convencido de que una buena disciplina es el principio del discipulado cristiano. Un discípulo es alguien que vive su fe disciplinadamente, se puede decir. Es el secreto del nuevo orden espiritual que Calvino y otros teólogos de esta Reforma van construyendo.
Llama la atención que otro líder espiritual de aquel tiempo, Ignacio de Loyola, con quien Calvino había estudiado en París, también elabora una espiritualidad basada en la obediencia estricta a cierta disciplina. Los Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola han podido funcionar como la base de todo un orden, probablemente porque enseñaron una disciplina estricta y clara. Para los dos, Calvino e Ignacio de Loyola, la única manera de formar un orden espiritual nuevo, era el énfasis en la disciplina.

Esa disciplina nunca ha desaparecido del Calvinismo. El movimiento renovador de los hermanos Wesley y George Whitefield en la Inglaterra del siglo 18, va a llamarse metodismo justamente por su énfasis en la disciplina cristiana. Y en eso es visible la influencia del calvinismo sobre este movimiento. Vivir como cristiano en este mundo, que esta lleno de pecados humanos, sólo es posible cuando el creyente vive concientemente según ciertas reglas y acepta una disciplina clara. Los Metodistas son cristianos que quieren vivir la fe cristiana “metódicamente”. La fe exige un metodo. Calvino mismo lo habría podido decir. El respeto por ese método ha sido la base del crecimiento del Metodismo en diferentes partes del mundo, porque esa disciplina representa para los creyentes la base de un orden espiritual nuevo.
Es una herencia importante y típica de la tradición Calvinista.

En este artículo breve he querido mencionar algunos aspectos de la teología de Calvino. Lo quería hacer situando a Calvino en su propio tiempo. Reconozco que hay muchos otros aspectos para tratar. Incluso hay varios elementos en la teología de Calvino que provocan críticas y protestas profundas por parte de lectores actuales. Todo eso lo dejo para otra oportunidad.
Creo que, a pesar de la crítica que le podemos hacer a Calvino, hay ciertos elementos en su teología que merecen ser rescatados porque todavía nos pueden ayudar en nuestra búsqueda cristiana en el mundo de hoy.

Para terminar este artículo quiero mencionar algunos elementos:
1. Calvino presenta una fuerte afirmación de la trascendencia de Dios. Es una lección importante para nosotros. Impide que nosotros en cualquier momento de la historia lleguemos a identificar nuestra propia realidad (nuestra patria, nuestra cultura, nuestra doctrina, nuestra ideología, etc.) con la voluntad de Dios. Es un elemento crítico imprescindible para la teología en cualquier parte del mundo.
2. Calvino ha subrayado la importancia de la Biblia y nuestro estudio de ella. No solamente el teólogo profesional (el clero) tiene acceso a la Palabra, sino todo creyente. Es un estímulo grande para el desarrollo espiritual de los creyentes y las iglesias que merece nuestro respeto. Cada uno debe tener el espacio para decir como entiende la Bilbia y de esa manera cada uno puede dar su aporte a una buena comprensión de la Palabra.
3. Parece algo paradójico, pero Calvino ha promocionado la secularización en Europa, porque Calvino reconoce la autonomía del mundo y valoriza mucho el trabajo humano en el mundo. Desde un punto de vista moderno eso es una contribución muy positiva a la cultura. Significa que podemos comprometernos con el mundo sin dudar, sin miedo. Nuestra vida se realiza en el mundo y la fe nos estimula para que nos dediquemos a él. El mundo para el cristiano no es una realidad ajena, sino que es creación de Dios. Nos sentimos en casa en él y nos ocupamos de él.
4. Repito el tema de la responsabilidad humana por el mundo, elemento tan grande en el pensamiento de Calvino. La ética es parte sustancial de la vida cristiana y de nuestra reflexión. Es otra lección de Calvino.
5. Para el Calvinismo la disciplina es parte sustancial de la ética. En este tiempo de un individualismo a veces extremo, especialmente en los paises occidentales, podría ser importante volver a subrayar la importancia de una vida disciplinada. Me refiero a una disciplina que una persona voluntaria y decididamente pueda aceptar para su propia vida, para enriquecerla y para poder ser algo para los demas. Creo que la disciplina puede superar al individualismo de nuestro tiempo.

Podríamos elaborar cada uno de estos puntos mucho más de lo que lo pude hacer en esta breve reflexión. Su relevancia para nuestra teología y para la educación cristiana actual es clara.

Dr. Enrique Vijver
Pastor de la Congregación Reformada de la ciudad de Oss, Holanda
10 de junio de 2009

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