El Tiempo es de Dios

viernes, 14 de mayo de 2010

Calvino y la responsabilidad frente a la creación de Dios

Entre los críticos de Calvino últimamente también se han unido teólogos que abordan los desafíos de la crisis ecológica. Sin grandes investigaciones se sostiene que Calvino es uno de aquellos teólogos cuyos intereses se enfocan únicamente en los seres humanos y su vocación, y que habrían perdido de vista el horizonte de la creación en su totalidad. ¿Calvino como una lúgubre antítesis de Francisco de Asís? Ninguna otra afirmación podría ser tan equivocada. Al mirar más de cerca se demuestra, sin embargo, que Calvino abogó por una comprensión de la creación y principalmente por el papel de los seres humanos en la creación, que también en la actual situación inesperadamente continúa siendo relevante. Cierto es que la crisis ecológica no estaba en su horizonte, pues en su época la ceguedad e imprudencia de los seres humanos hacia la creación no había alcanzado las actuales dimensiones. La responsabilidad por los dones de la creación de Dios es parte integral de su mensaje, ya sea se trate de Dios o del ser humano, él siempre incorpora también el tema de la creación. Nada es más ajeno a Calvino que la idea de que la humanidad estaría llamada a construir ‚su propio mundo’ a costo de la naturaleza.

La gran obra de arte de la creación
Así como no se puede contemplar al ser humano en forma separada de Dios, éste tampoco se puede contemplar separadamente de la creación. Dios, que creó el ser humano y con el que mantiene una relación indisoluble, es el Creador de todas las cosas. El ser humano es parte de esta creación y experimenta su dependencia de Dios en la creación que lo rodea.
Inmediatamente al inicio de la Institución de la Religión Cristiana, Calvino ya afirma que la gloria de Dios resplandece en la creación (Inst. I,5, título), la cual es en cierta forma un espejo donde es posible contemplar a Dios, que de otro modo es invisible. La creación despliega la gloria de Dios, Calvino siempre la denomina como theatrum gloriae Dei. La creación es una obra de arte que tenemos que contemplar con asombro y respeto, en ella todo tiene un orden perfecto. Principalmente sobre el sol Calvino se explaya ampliamente: “No hay entre todas las criaturas virtud más
noble y admirable que la del Sol. Porque, además de alumbrar con su claridad a todo el mundo, ¿cuál no es su poder al sustentar y hacer crecer con su calor a todos los animales, al infundir con sus rayos fertilidad a la tierra, calentando las semillas en ella arrojadas, y luego hacerla reverdecer con hermosísimas hierbas, las cuales hace él crecer, dándoles cada día nueva sustancia hasta que lleguen a echar tallos; y que las sustente con un perpetuo vapor hasta que echen flor, y de la flor salga el fruto” (Institución de la Religión Cristiana I.16,2).

Dios continúa obrando en su creación
Calvino no solamente alaba el primer acto de la creación, sino que el continuo obrar de Dios en el universo, Él no cesa de obrar en su creación. La obra maestra que creó es gobernada por Él (Institución de la Religión Cristiana I.10,2), nada ocurre por azar, todo es obra de la Providencia de Dios. El cambio de las estaciones del año, la lluvia, la fertilidad de la tierra provienen de su mano, y también el curso de nuestra vida humana lo determina su Providencia. Efectivamente sin la intervención de Dios ni siquiera podría caerse un cabello de nuestra cabeza, todo aquello que los seres humanos sean capaces de lograr es al fin y al cabo obra de Dios. Sea si trabajamos duramente, todo lo que realicemos es gracias a Su obrar, sin Su bendición se desbaratarían todos nuestros esfuerzos.
Esta perspectiva de la presencia activa y directa de Dios es difícil de comprender en la actualidad, sin embargo, para Calvino es fundamental. Con cada paso que el ser humano emprende se encuentra en manos de Dios, dando como resultado un sentido de la vida en el que nuestra relación con la creación también trae consecuencias. En todo lo que nos sucede, Dios nos está hablando. Pareciera que la creación siguiera sus propias normas, no obstante, está sometida a Dios, es Él quien al fin y al cabo nos guía.
Nuestra dependencia de Dios es evidente en el hecho de no poder prescindir de alimento, el cual no surge por si mismo, sino que son los dones de Dios que Él continuamente nos ofrece. El ciudadano no se equivoca: el pan que compramos también es don de Dios, y Dios obsequia abundantemente, la tierra está dispuesta de tal forma que todos obtienen lo necesario, Su cuidado también se extiende a los animales. „En su gracia y generosidad absoluta también alimenta a los animales, pues Dios no sólo provee aquello que los seres humanos necesitamos para vivir, sino que por su naturaleza generosa y por no necesitar una exhortación ajena, en su bondad también provee alimento para los animales.“

¿El ser humano como centro de la creación?
Es cierto que Calvino consideraba al ser humano como centro de la creación “Sabemos que el mundo ha sido creado para el hombre”, señala (Institución de la Religión Cristiana I.16,6). Sin rodeos denomina al ser humano como la superior de todas las criaturas, el ornamento más digno y valioso de la tierra. Sin embargo, la creación no le fue confiada al ser humano para su simple ‚utilización’, la comprensión de Calvino respecto a la naturaleza y sus recursos no es utilitaria. La creación debe motivar en primer lugar nuestro agradecimiento, Dios creó la tierra para nuestro regocijo: “¿Pensamos que el Señor ha dado tal hermosura a las flores, que espontáneamente se ofrecen a la vista; y un olor tan suave que penetra los sentidos, y que sin embargo no nos es lícito recrearnos con su belleza y perfume? ¿No ha diferenciado los colores unos de otros de modo que unos nos procurasen mayor placer que otros? ¿No nos ha dado, finalmente, innumerables cosas, que hemos de tener en gran estima, sin que nos sean necesarias?” (Institución de la Religión Cristiana III, 10,2).
La posición privilegiada del ser humano sin duda también significa una cierta aspiración de dominio, lo que de ningún modo conduce a un acceso sin restricciones en el manejo de la creación. Justamente por el hecho de que el mundo fue creado para el ser humano, éste también porta una especial responsabilidad frente a él.
Y ante todo, el ser humano debe estar conciente de que este mundo no representa para él más que un lugar temporal, es decir, habita aquí en la esperanza de la vida futura. El corazón del cristiano está orientado de tal modo al futuro de Dios, que involuntariamente surge una distancia de este mundo. En cuanto tomemos conciencia del significado de la vita futura, ya no le concederemos a este mundo el mismo significado. „La gracia de Dios se ha manifestado para salvación de todos los hombres, enseñándonos que renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador, Jesucristo” (Inst. III.7,3).
Esta orientación en la vida futura también tiene consecuencias en la relación con la creación, sin conducir al desprecio de lo terrenal - Calvino siempre se opuso a ello - ésta libera de la obsesión por bienes materiales y pone el fundamento para una vida ‚sobria, justa y piadosa’ en este mundo.

Dios provee abundantemente, pero para un uso prudente
Dios es generoso, los dones de la creación están a nuestra disposición en forma abundante, lo que no significa que deban despilfarrarse o derrocharse. Debido a que son dones de Dios, poseen un valor incalculable y exigen un trato cuidadoso, mediante la forma en que los utilizamos estamos honrando al Creador. Al igual que la codicia por obtener más y más, la avaricia o el acaparamiento, el despilfarro (gaspillage) también es un pecado. Puesto que recibimos lo que inicialmente no nos pertenece, al manejar los dones en forma deliberada estamos ofendiendo al que nos provee. „A Adán se le encomendó el cuidado del jardín para mostrarnos que las cosas que poseemos nos las confió Dios, bajo la condición que le diéramos un uso moderado y sobrio y seamos cuidadoso con lo restante.“ El despilfarro es también condenable porque priva a nuestro prójimo de los dones que también le corresponde, Calvino mismo vivió modestamente.
Calvino aprueba la capacidad del espíritu humano para crear nuevas cosas, Dios mismo le concedió este don a los seres humanos y le es permitido usarlo. „El espíritu del ser humano es un maravilloso taller que inventa esto y aquello, y como la experiencia lo demuestra, no tiene mesura ni fin.“ Calvino, sin embargo, no se da por satisfecho con esta afirmación, la pregunta decisiva para él es a qué propósito atiende el ingenio humano. La innovación no debe conducir a romper el orden de la naturaleza, la vida humana debe caracterizarse por la modestia y sencillez. Calvino rechaza la producción innecesaria, „pues lo superfluo aumenta permanentemente…. vean entonces a lo que las personas se abandonan: a sus deleites y alegrías, a su suntuosidad y presunción y a todo lo que les parece gracioso y codiciable.” Se debe poner límites al afán por nuevas invenciones, tenemos que „darnos por satisfechos con el uso modesto, así como nuestro Señor nos lo brinda”.

Se exige respeto en primer lugar por la tierra y el suelo. El suelo debe cultivarse, por tanto, en forma cuidadosa y prudente, pues no solamente nos presta utilidad a nosotros, sino también a nuestra descendencia y por ello no se le debe explotar excesivamente. „Que aquellos que poseen un campo, cosechen los frutos de tal manera que el suelo no sufra daños por negligencia de éstos. Que traspasen la tierra a sus descendientes así como la recibieron o incluso en mejor estado… más aún: que reine entre nosotros la responsabilidad y cuidado frente a todas las buenas cosas que Dios nos da, de manera que cada uno en todo lo que posee se entienda como mayordomo de Dios. Así nadie se comportará en forma desmesurada y estropeará por abuso cosas que Dios desea conservar.”
Con este trasfondo, Calvino también comprendía la disposición del año del jubileo del Antiguo Testamento, respecto al cual plantea las siguientes reflexiones: „Según la fertilidad o riqueza de cada región, se deja reposar los campos cada tercer o cuarto año para que su savia y humedad no se agoten. Ciertamente, una fertilidad en la que los campos traigan frutos sin interrupción, es casi imposible de encontrar. Por ello, se debe dar reposo y descanso a los campos para que recuperen su fuerza y sustancia.“

La importancia perdurable de Calvino
¿Cuán relevante es el testimonio de Calvino hoy en día? ¿Qué nos plantea respecto a la actual crisis social y ecológica?
1. Cumplir con la voluntad de Dios. Calvino no es ni el ‚padre de la modernidad’ ni tampoco el ‚tirano hosco’ que subyugó la ciudad de Ginebra. Lo que en realidad lo impulsa es el esfuerzo por subordinar la vida actual a la voluntad de Dios. El ser humano está destinado a vivir bajo la subordinación de Dios, pues únicamente sometido a Él es en todo sentido ser humano. Calvino estaba conciente de los cambios que marcaron su época e identificó con claridad los nuevos desarrollos que habían surgido. Su preocupación, sin embargo, era dominar estos adelantos de acuerdo al fin y voluntad de Dios. Calvino se ve ante seres humanos capaces de nuevo autodesarrollo, sin embargo, en su opinión el autodesarrollo como separación de Dios sólo acarrea desgracia. La pregunta decisiva es cómo se santificará y glorificará el nombre de Dios en medio de las transformaciones de la época. La espiritualidad de Calvino consiste en plantear radicalmente esta pregunta. Calvino habría luchado determinantemente contra cualquier sistema que aceptara las injusticias sociales como hecho, y de la misma manera, cualquier sistema que degradara la creación de Dios a objeto y que permitiera su explotación a través de los seres humanos.
2. Límites del autodesarrollo humano. Principalmente la comprensión de Calvino sobre el ser humano es determinante, volcándose con toda firmeza en contra de la idea que el ser humano se autodetermine y esté llamado a autodesarrollarse. Dios le da espacio al ser humano, lo hace rico antes de nacer, según señala la Biblia. El ser humano puede y debe desarrollarse en este espacio, pero queda radicalmente subordinado a Dios, es decir, es dependiente de Dios el Creador y simultáneamente de la creación en el que Dios lo ha puesto, además, debe darse por satisfecho con lo que Dios en su bondad le brinda. Calvino llama a los seres humanos de hoy en día a retornar a la mesura que Dios les ha ordenado.
3. El testimonio del Antiguo Testamento. El hecho de que Calvino volviera a abordar el Antiguo Testamento como ningún otro reformador, es de extremada importancia para nuestro tema. A pesar de su concentración en la vida, muerte y resurrección de Cristo, su pensamiento también está marcado en gran medida por los conceptos del Antiguo Testamento. Sólo se piensa en su positiva valoración del mandamiento del sabat, sin embargo, para él también es familiar lo que el Antiguo Testamento señala sobre la creación, la tierra, el suelo y la fertilidad. El vínculo a la tierra, característico del testimonio veterotestamentario, se perdió ampliamente en la tradición cristiana, lo que el Antiguo Testamento relata en cuanto al suelo y la fertilidad se espiritualizó tempranamente. Los mandamientos del Antiguo Testamento respecto al trato del suelo se desvanecieron gradualmente o fueron traspasados a lo espiritual. El mérito de Calvino es haber transmitido el pensamiento veterotestamentario en forma renovada a la iglesia cristiana. La sujeción de Israel a la tierra y la dependencia del ser humano del Creador son los pilares fundamentales de su teología y práctica.

Prof. Dr. Lukas Vischer, Ginebra
Traducción del texto original en alemán
Tomado de www.calvin09.org

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