El Tiempo es de Dios

lunes, 31 de mayo de 2010

“¡Oh libertad, cuántos crímenes se cometen en tu nombre!”

Por Sugel Michelén

En 1793 Madame Roland, heroína de la Revolución Francesa, fue decapitada en la Plaza de la Concordia. Cuenta la historia que el día de su ejecución, al encontrarse ante la estatua de la Libertad colocada justo en frente de la guillotina, pronunció estas famosas palabras: “¡Oh libertad, cuántos crímenes se cometen en tu nombre!”. La revolución que esta mujer había apoyado con pasión, cual Saturno que devora a sus propios hijos, finalmente se volvió contra ella.

Estas palabras atribuidas a Roland constituyen una advertencia perenne del enorme peligro que encierra la falsa libertad. Son muchos los crímenes que se han cometido y se siguen cometiendo en nombre de una libertad desfigurada, mal comprendida, mal aplicada. ¿Es acaso libertad el que echemos por tierra los parámetros morales establecidos por el Creador en Su Palabra y con los cuales podemos distinguir el bien del mal? ¿Es en verdad necesario que neguemos los valores absolutos para llegar a ser genuinamente libres?

La sociedad sólo funciona adecuadamente en la medida en que la ley moral de Dios es respetada y obedecida. ¿Cómo serían las cosas si todos honráramos y obedeciéramos a las autoridades superiores: los hijos a los padres, los alumnos a los maestros, los ciudadanos al gobierno civil? ¿Cómo funcionaría la sociedad si no hubiese homicidas y pudiésemos estar seguros en cualquier lugar, a cualquier hora de la noche? ¿Si nadie cometiera adulterio ni hubiese hogares rotos? ¿Si no tuviésemos que proteger nuestras propiedades por temor de los ladrones? ¿Si nadie mintiera? ¿Si nadie sintiera envidia de los demás ni codiciara sus posesiones?

Algunos pensarán que es iluso esperar que las cosas sean así y tienen razón. El hombre en su pecado no puede llenar la medida de la ley moral de Dios; pero el problema no está en la ley sino en el hombre. La ley es un buen capitán, pero la naturaleza humana es un mal soldado. Por eso el Hijo de Dios se hizo Hombre, murió en una cruz y resucitó al tercer día: para redimirnos de nuestra esclavitud de modo que podamos libremente obedecer la voluntad de Dios; no con una obediencia perfecta, imposible en esta vida, pero sí genuina y creciente.

Es la verdad la que nos hace libres, no la ausencia de reglas; y la verdad se encarnó en nuestro Señor Jesucristo, por cuya fe el hombre es perdonado, libertado del pecado y hecho heredero de la vida eterna. A quien Él libertare será verdaderamente libre (Juan 8:36).

© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.

Estimado incrédulo

Hace unos años alguien me escribió una carta en un tono muy airado, en respuesta a un artículo que publiqué en la columna semanal del periódico El Caribe (más abajo incluyo el artículo que, si no recuerdo mal, dio lugar a la carta en cuestión). Este episodio vino a mi mente en estos días porque aún recibo críticas similares en mi correo.


Me voy a permitir postear la respuesta que escribí en aquel momento, porque pienso que puede ser de utilidad para aquellos que tienen que enfrentar críticas similares (lamentablemente no tengo a mano la carta que esta persona me envió, pero creo que de mi respuesta se puede deducir su línea de argumentación).


De entrada le pido que me excuse por responder a su carta a pesar de que me pidió que no lo hiciera. Espero que no lo tome como una invasión a su espacio cibernético. Le prometo que no volveré a escribirle a menos que Ud. lo desee; por ahora le ruego la oportunidad de compartir algunas ideas en relación a la carta que me envió. Creo que es justo que lea mi respuesta con atención, así como yo leí la carta suya.

No me ofende que no le agrade mi artículo; todo el que escribe en un medio masivo de comunicación sabe de antemano que no todos estarán de acuerdo ni complacidos con lo que escriba. Lo que me entristece es la renuencia que manifiesta a discutir el tema que expuse en el artículo de este sábado 3 de Enero.

Ud. me dice que yerro en todos mis criterios, pero lamentablemente no me dice cuáles son mis errores de razonamiento. En el artículo de este sábado éste fue mi proceso de argumentación:

En primer lugar, afirmé que el naturalismo es una postura filosófica, no científica. En el glosario de la obra Introduction to Philosophy de Norman L. Geisler y Paul D. Feinberg, se define el naturalismo como: “La creencia de que el universo es todo lo que es; todo opera por leyes naturales (sin milagros)”. Esta es una creencia, una premisa que debe ser aceptada por fe.

El método científico requiere los siguientes pasos: observación – hechos – hipótesis – experimentación. El resultado será la elaboración de una teoría que podría ser modificada luego con subsecuentes experimentos; por lo que el método se repite de nuevo de este modo: observación – hechos – hipótesis – teoría – experimentación. Consecuentemente, es imposible probar científicamente que el universo es todo lo ha habido, todo lo que hay y todo lo que habrá. Eso podría ser cierto, pero no es una declaración científica.

L. T. More, paleontólogo de la Universidad de Chicago, dice lo siguiente al respecto: “Mientras más uno estudia paleontología, más certeza tenemos de que la evolución descansa en la fe solamente; exactamente la misma clase de fe que es necesario tener cuando consideramos los grandes misterios de la religión”.

Y Louis Bounoure, quien fuera Presidente de la Sociedad Biológica de Estrasburgo y luego Director del Centro Nacional Francés de Investigaciones Científicas, es aún más enfático cuando dice: “El evolucionismo es un cuento de hadas para adultos. Esta teoría no ha ayudado en nada en el progreso de la ciencia. Es algo inútil”.

En segundo lugar, dije que si aceptamos la postura del naturalismo debemos llegar a la conclusión de que este universo es un afortunado accidente. En el 1995 la posición oficial de la American National Asociation of Biology Teachers (Asociación Americana de Profesores de Bilogía) era la siguiente: “La diversidad de la vida en la tierra es el resultado de la evolución: un proceso natural no supervisado, impersonal e impredecible”. En ese proceso los cambios genéticos son producidos por “la selección natural, el azar, las contingencias históricas y los cambios ambientales”.

En tercer lugar, declaré que esta postura filosófica trae como consecuencia una vida sin sentido. No veo dónde yerra este argumento. Si somos el producto del azar podemos tratar de darle sentido a cada milímetro de nuestra existencia, pero la existencia en sí no tendría sentido alguno.

Con todo respeto, creo que mi argumentación sigue un lineamiento lógico. Usted puede no estar de acuerdo con él (y yo debo respetar eso), pero no puede afirmar que mi postura sea irrazonable.

También me dice su carta que no soy original. Realmente no pretendo serlo. Encontrar la verdad absoluta es más importante que la originalidad. Decir que 2 + 2 = 5 para no decir lo mismo que dicen los demás es una tontería, por más original que sea la declaración

Por último, la acusación que hace contra el cristianismo debe ser cualificada. Por un lado, al filósofo italiano Giordano Bruno lo llevó a la hoguera la iglesia católica romana en el 1600. Como no identifico esta iglesia con el cristianismo bíblico no veo qué relación tenga este penoso incidente con la veracidad de la fe cristiana. Y por el otro lado, el cristianismo ha sido reconocido como la fuerza moral e intelectual que impulsó la modernización de Europa, sobre todo en los países del norte que se libraron del catolicismo romano en la época de la Reforma.

Con respeto, lo invito a investigar más este asunto demostrando así que tiene una mente abierta y que no tiene temor a examinar sus convicciones con las convicciones de otros. Me gustaría que permaneciera abierto a seguir discutiendo estas cosas, pero, como le dije al principio, le reitero que no le escribiré más a menos que Ud. lo desee.

Espero que mi carta no haya sido ofensiva, ya que no fue mi intención ofenderle. Atentamente,

Sugel Michelén

La fe del ateo

A menudo se quiere dar la impresión de que el cristianismo bíblico descansa enteramente sobre la fe, mientras que el ateísmo y la evolución descansan sobre la ciencia y la razón. Pero ese no es el caso. Nadie puede probar científicamente ni el ateísmo ni la evolución y, por lo tanto, ambas cosas descansan en la fe.

La teoría de la evolución es un engendro del naturalismo, una postura filosófica que afirma que todo cuanto existe tiene que ser explicado únicamente en términos de procesos naturales. En el naturalismo no hay lugar para la intervención de Dios ni de ningún otro agente sobrenatural. Fuera de la naturaleza, dicen ellos, no hay nada que buscar; la materia es la única realidad. El famoso (y fenecido) astrónomo norteamericano Carl Sagan, lo explica con estas palabras: “El cosmos es todo lo que ha habido, todo lo que hay y todo lo que habrá”.

Pero ¿cómo pueden los científicos saber eso con certeza? De ninguna manera. Es imposible probar científicamente que el universo es todo lo que ha habido, todo lo que hay y todo lo que habrá; esta es una postura filosófica, no científica, algo que el naturalista tiene que aceptar por fe.

Y una de las consecuencias inevitables de esa fe es el sin sentido de todo cuanto existe. Si la naturaleza es todo lo que ha habido, todo lo que hay y todo lo que habrá, entonces tendríamos que concluir que el universo es un afortunado accidente, el resultado de un proceso que ningún ser inteligente inició ni guió con ningún propósito. Consecuentemente, la tendencia que ha tenido el hombre a través de los siglos a buscarle un significado a la existencia humana sería una labor inútil, porque no habría ningún significado que buscar.

Si un niño tropieza con un bote de pintura y ésta se derrama indiscriminadamente sobre el tapiz, sería muy tonto tratar de encontrarle un significado oculto a la mancha. Puede que se vea bonito, pero fue algo accidental, no planificado. Según el ateo, este universo maravilloso que manifiesta orden, diseño y propósito en todas sus partes, no posee en realidad ningún diseño inteligente detrás; es la mancha hermosa que quedó en el espacio infinito luego que la materia + tiempo + casualidad tropezaran con el bote de pintura.

Por eso alguien dijo una vez que “el momento más embarazoso para el ateo es cuando se siente profundamente agradecido por algo, pero no puede pensar en nadie a quien darle las gracias”. La fe del ateo deja al hombre sumido en una existencia sin sentido. Pocos lo han expresado tan claramente como Sartre en La Nausea: “Yo existo como una piedra, una planta, un microbio… Aquí estamos todos nosotros, comiendo y bebiendo para preservar nuestra preciosa existencia y sin embargo no hay nada, nada, absolutamente ninguna razón para existir”. El ateo no sólo niega la existencia de Dios, sino que también atenta contra la humanidad del hombre.

© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.


REPORTAJE: EL REGRESO DEL CALVINISMO

Washington

Por Josh Burek, Staff writer of The Christian Science Monitor / March 27, 2010

(Adaptado al español por Alexander León peniel12@msn.com )

La nieve cae con resolución en una mañana de Sábado en Washington, pero el sótano de una iglesia cerca de al Capital de los Estados Unidos está repleto. Alrededor de 200 mujeres miembros de la iglesia reciben otro tanto de invitadas para té, galletas, conversación y evangelismo al estilo del siglo 16.

Lo que los nuevos visitantes de la Iglesia Bautista Capitol Hill (CHBC, por sus siglas en inglés) escuchan, difícilmente se puede calificar como “Cristianismo para tontos”. Tampoco se trata de la versión cosmética de los que proclamaron ser “nacidos de nuevo” hace algunas décadas. En lugar de esto, podemos encontrar testimonios como el de la joven Kasey Gurley, que describe su desobediencia y sufrimiento en términos del Antiguo Testamento: “Yo adoraba mi propia comodidad, mi concepto de mí misma”, confiesa: “Como el idólatra pueblo de Judá, merecemos la plena ira de Dios”, advierte a las asistentes, “Nunca estaremos seguras si confiamos en nuestras buenas intenciones”, pero agrega “Cristo murió por nosotros” La oración que hace al final es tanto franca como trascendente “Nuestro consuelo en el sufrimiento es este: que por medio de Cristo nos provees vida eterna”. Hay un silencio tal, que podrías escuchar el sonido de una hojuela de avena al quebrarse.

Iglesia Bautista de Capitol Hill

Calvinismo en la Iglesia Bautista de Capitol Hill.

Bienvenidos al austero mensaje del Calvinismo, que muchos están abrazando. Hace cinco siglos, las enseñanzas de Juan Calvino reconcibieron el Cristianismo, las ideas del capitalismo, la democracia y la libertad religiosa y nutrieron los valores Puritanos que luego dieron el carácter a América.

Hoy en día, su teología está resurgiendo de forma sorpresiva, confrontando a un evangelio de prosperidad centrado en el hombre, el cual ha sido abrazado por el evangelicalismo moderno contra un mensjae que se sumerge en las Escrituras y se centra en Dios. En una era de materialismo y religiones hechas a la medida, las doctrinas inmaleables del Calvinismo y de su concepto de Dios como todopoderoso, quien decide todas las cosas, está ganando terreno sobre muchos Cristianos – especialemente los jóvenes.

Veinteañeros seguidores del Calvinismo, o teología Reformada, se pueden econtrar entre los Presbiterianos, Anglicanos y evangélicos independientes. En la Convención Bautista del Sur, la más grande denominación protestante del país, por lo menos un 10 por ciento de los pastores se identifican como Calvinistas, mientras que más de un tercio de los Seminaristas que se están graduando recientemente también lo son.

El nuevo Calvinismo atrae a legiones a los sermones de predicadores como John Piper de la Iglesia Bautista Bethlehem en Minneápolis. Aquí en Capitol Hill Baptist Church, las bancas y los salones del sótano se llenan cada Domingo, mayormente de profesionales jóvenes. Desde que el pastor principal Mark Dever trajo la predicación Calvinista aquí hace 16 años, la iglesia se ha multiplicado 7 veces de lo que era.

Pero el mayor impacto de este movimiento no está en las bancas, más bien en los círculos de publicaciones y en los Blog Cristianos, en las escuelas de teología y en las conferencias como “Juntos por el Evangelio” (Together for the Gospel), donde las “estrellas del rock” de la Teología Reformada exploran sus tópicos como: “El pecador ni tiene la capacidad ni tiene el deseo: La doctrina de la absoluta inhabilidad”.

Es claro que hay un resurgimiento del Calvinismo”, dice Steven Lemke, profesor en el Seminario Teológico Bautista de New Orleans.

Este interés renovado llega en un punto crucial del acontecer religioso americano. Después de revisar una encuesta que muestra una declinación muy marcada en el número de personas que se identifican como Cristianos, el periódico Newsweek declaró que “podríamos estar siendo testigos del fin de la América Cristiana

En cierto modo, Newsweek podría haber hecho una declaración no muy acertada. Cinco siglos después de que Martín Lutero confrontara a la Iglesia Católica Romana, algunos observadores no solamente ven una América post-cristiana sino una desarticulación de la Reforma Protestante en sí misma. Esta alarma está basada en estadísticas que muestran lo débiles que son los Cristianos en cuanto a sus creencias.

Pero ahora vienen los Calvinistas con su retorno a doctrinas inviolables y su discurso sobre la condenación – en esencia, es el retorno de los Puritanos, a excepción de sus vestimentas y pelucas. ¿Es esto solo un momento de nostalgia o será el comienzo de una revolución más profunda contra el enfoque evangélico moderno que proclama “Jesús es nuestro amigo”? – En otras palabras – ¿Hacia dónde se dirige el Cristianismo?

Cuando las personas hoy en día escuchan el nombre de Juan Calvino, piensan sobre todo en la predestinación – la idea controversial de que Dios pre-ordenó todas las cosas que sucederían, incluyendo quiénes serían salvos y quiénes no.

Lo que la gente olvida es que este teólogo francés del siglo 16 transformó el pensamiento occidental tanto por lo que enseñó como por la forma en que lo enseñó. Su libro de 700 páginas “La Institución de la Religión Cristiana”, se volvió en el manual de referencia para la fe Protestante. Y su detallado y estilo de predicación expositiva, vino a ser un ejemplo para varias generaciones de clérigos, él pasó cinco años exponiendo el libro de los Hechos, versículo por versículo.

Sus detractores, (y tiene muchos), ven a Calvino como un teócrata que castigaba a los herejes (incluyendo el famoso caso del que fue llevado a la hoguera) y que moldeó la ciudad de Ginebra, donde predicó, según el modelo de su ideología fatalista.

Pero sus seguidores lo ven como un hombre que recobró el Cristianismo centrado en Dios, sentó bases para la libertad religiosa y animó a incontables creyentes a leer la Biblia por sí mismos.

Gerlad Bray, un profesor de la Escuela de Divinidad en Birmingham admite: “Nos guste o no, él es una de las grandes mentes que dieron forma al mundo moderno”, “ideas de democracia, mercado abierto, capitalismo, igualdad de oportuniddes se generaron en Ginebra y se pusieron en práctica según las posibilidades de aquella época”.

La influencia de Calvino en la fundación de los Estados Unidos es innegable. El patriotismo de la nación, la ética del trabajo, el sentido de igualdad, la moral pública y aún elementos de democracia, brotaron como parte del pensamiento Puritano en Nueva Inglaterra. Cuando el predicador calvinista Jonathan Edwards dijo a los feligreses en 1741 que ellos estaban como pendiendo de una tela de araña sobre el abismo del infierno, solo por la gracia de la mano del Dios al que habían ofendido, no estaba abrazando ningún credo herético sino que usaba el vocabulario básico de la fe Americana. No fue sino hasta el siglo 19 que las doctrinas Calvinistas llegaron a ser opacadas.

Por simple lógica, el sistema Calvinista no podría ser popular en nuestros días. La gran mayoría de Cristianos predican una teología de comodidad “Home Depot”: “Puedes hacerlo tú mismo, podemos ayudarte”. Esto se nota en títulos populares como “Tu mejor vida ahora: 7 pasos para vivir tu potencial completo” de Joel Osteen. Este mensaje de auto realización a través del compromiso Cristiano atrae a multitudes haciendo que las iglesias grandes se conviertan en mega iglesias.

Al mismo tiempo, esa forma estricta en que los Calvinistas pretenden seguir la Biblia, difícilmente resuena como alguna vez lo hizo en la sociedad Americana. El Grupo Barna, una firma de investigación asentada en California, realizó una encuesta recientemente para medir cuántos adultos en los Estados Unidos mantienen una “cosmovisión bíblica” – por ejemplo, afirmar que la Biblia es completamente confiable, que una persona no puede ganar su entrada al Cielo simplemente por ser buena, que Dios es el creador todopoderoso del universo.

El resultado: una aguja delgada del 9%, entre los jóvenes de 18 a 23 años. Esto incluso entre los llamados “cristianos nacidos de nuevo”, entre los cuales llegó a un 19%.

En un reporte separado, Barna encontró que entre los llamados cristianos “nacidos de nuevo”, más de 6 de cada 10 dicen que ellos adaptan su fe, y que no siguen la teología de ninguna iglesia. “Los estadounidenses se sienten bien tomando y escogiendo los puntos de vista teológicos que les parecen convenientes y útiles, dejando el resto de las enseñanzas de la Biblia”, según afirma el reporte.

A groso modo, la implicación es esta: las Sagradas Escrituras ya no constituyen el ancla de la espiritualidad americana.

Por supuesto, esta era la advertencia Católico Romana a los primeros reformadores hace cinco siglos: Si se separan de la iglesia, la ortodoxia se desvanecerá. Al enfatizar la sana doctrina y el Evangelio pleno, los Nuevos Calvinistas pretenden restaurar lo que ellos consideran la estabilidad de la fe Protestante.

De hecho, la Iglesia Bautista de Capitol Hill tiene una organización hermana llamada “9Marks”, que lucha por promover la “fidelidad bíblica” en iglesias de diferentes denominaciones.

Dr. Mark Dever - Pastor General

Mark Dever afirma: “Muchas personas creen que la religión es algo que puedes armar de ideas que piensas que son gratas a tu personalidad o que encuentras beneficiosas, No es así, es una realidad objetiva. Es lo que es

Más ampliamente, el avivamiento Calvinista refleja un esfuerzo por reafirmar el fundamento de la fe misma. La enseñanza de que el hombre necesita una mejoría se puede encontrar tanto en iglesias evangélicas conservadoras como en los grupos liberales de la Nueva Era. Esto no es así en el Calvinismo: el énfasis está en la gloria de Dios. Y la gravedad de Su voluntad es inmensa: Puede ser negada, pero no desafiada.

Una joven miembro de esta iglesia bautista en Capitol Hill, oriunda de Carolina del Sur nos dijo: “O Dios lo sabe todo, o bien, Él no sabe nada”.

El Domingo, mientras se filtra la luz de un cuarto piso, los estudiantes se acomodan en sus asientos, para escuchar una ponencia sobre la expiación substitutoria. El profesor hace una pregunta difícil, pero una mano se levanta, ansiosa de responder con el versículo aprendido de memoria de I Pedro 3:18: “Cristo murió por los pecados, una vez por todas, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios”.

Los estudiosos y seminaristas llaman a esto Teología Sistemática, estos estudiantes principiantes en la CHBC lo llaman la Escuela Dominical.

Sus padres están abajo, en seminarios, oraciones y en un sermón saturado de la Biblia que suman en total unas cinco horas de adoración durante el día. Justo antes del mediodía, los adultos toman notas mientras escuchan un sermón de una hora sobre II Samuel 5-9. Estos capítulos cubren el reinado glorioso de David sobre Israel, pero Dever no salta los versículos difíciles, como cuando Dios mata a Uza por tratar de tocar el arca del Pacto, más bien pregunta:

Amigos, ¿hemos pecado como Uza?

Tales cuestionamientos tienen la intención de punzar los corazones de los oyentes. Pero luego de las preguntas duras sigue con comentarios como “Ustedes y yo no deberíamos respirar en este día si no lo estamos haciendo para la gloria de Dios”.

Este patrón que consiste en convencer a los feligreses de su pecado y luego mostrarles la salida espiritual – tiene un efecto que cautiva la atención de la audiencia. Después del servicio, los feligreses se quedan compartiendo por una hora, se abrazan y comparten conversando. Un empleado de gobierno de nombre Dan Wenger nos dijo “He llegado a creer y entender que Dios no se trata fundamentalmente de mi persona, Él es mucho más grande que eso, la enseñanza en esta iglesia me ha ayudado a ver la Biblia en el contexto completo de la historia, no solo las partes que me hacen sentir bien”.

El pastor Dever reconoce que la gente podría preguntar: “¿Por qué habría Dios de crear a alguien que va a ir al infierno?”. Su respuesta captura la esencia del Nuevo Calvinismo. “Yo eso no lo sé”, confiesa: “Yo no inventé esto, solo estoy tratando de decirte lo que creo que es la verdad, no lo que a mí me gusta”.

Una membresía comprometida de más de 700 personas

La membresía en CHBC no es para los santos raquíticos. Se requiere haber tomado clases de teología y de historia cristiana antes de ser admitido. En la celebración mensual de la Cena del Señor, los miembros recitan de pie un juramento que los une mutuamente.

Además del culto dominical y del estudio bíblico en la noche de miércoles, pasan horas cada semana en pequeños grupos de estudio o en sesiones de discipulado “uno a uno”. Tales sesiones son una oportunidad para confesión, impartir ánimo y orar, y según dicen, constituyen la característica más gratificante y el mayor reto de la vida de esta iglesia.

Claudia Anderson, una editora de revista dice: “El compañerismo cristiano es mucho más que pasar un buen rato con los amigos, incluye intimidad espiritual, aprendizaje, consejería, y muestras genuinas de afecto”

Lo mismo dice Christopher Brown, un abogado: “Vine por la teología pero me quedé por el compañerismo” y añade: “Como americanos, somos muy individualistas, pero el Nuevo Testamento nos reprende: “no fuimos salvados para ser llaneros solitarios”

Los jóvenes usuarios de Blackberries de este milenio que adoran aquí, son aficionados a los retos en la enseñanza, “predicaciones para doctores en filosofía”, como dicen por ahí. Pregúntales cuáles libros están leyendo y no mencionarán “La chica con el tatuaje dragón”. Mencionarán muchos nombres de predicadores de la era Puritana del siglo 17, los cuales coleccionan como otros amontonan tarjetas de baseball.

Colling Hansen, autor del libro “Young, Restless, Reformed”, afirma que la resurgencia del Calvinismo indica que los Estados Unidos no han cambiado tanto como algunos podrían suponer. Su libro relata el peregrinaje de un periodista junto a los Nuevos Calvinistas. Hansen afirma que “aunque el Cristianismo americano tomó miles de direcciones desde que los Puritanos se asentaron en Nueva Inglaterra, el Dios que ellos adoraron – que según la Biblia es soberano en todas las cosas, y misericordioso para con los pecadores por medio del sacrificio de Jesucristo – aún cautiva a los creyentes de hoy”

Oracion antes de una sesion de una hora de "Orientacion" antes del Servicio Dominical en la CHBC

Lo que cautiva a los de afuera, sin embargo, es que los Nuevos Calvinistas están restaurando la doctrina de la predestinación – Dios escoge a quiénes va a salvar – en una tierra que hace tiempo abrazó el concepto de que en la salvación Dios no dejó a ninguno por fuera. Llevada a su conclusión lógica, la predestinación afirma que Dios siempre ha regulado todas las cosas, incluso el mal.

Esta creencia molesta a muchos Cristianos. “¿Pre-ordenó Dios el 9/11? ¿El Holocausto?” Pregunta el Profesor Lemke, pastor bautista, crítico del Calvinismo, aunque no de todos sus puntos.

En el 2008, la Convención Bautista del Sur realizó la conferencia Juan 3.16 para exponer en balance los postulados del Calvinismo, incluyendo la predestinación.

Lo que los críticos ven como una doctrina fatalista, sin embargo, Calvino lo veía como buenas nuevas: Que los propósitos de Dios se cumplirán a pesar de los caminos pecaminosos del hombre.

El profesor Bray nos dice: “Para él, la predestinación era una creencia liberadora porque dice que Dios puede escoger a cualquiera, aunque sea humilde, y usarlo para frustrar a los grandes hombres de este mundo. Hace que el cambio real sea posible y pone a personas ordinarias como tú y como yo en la posición de poder ver cuando esto ocurre. ¿No son estas buenas noticias?”

Muchos seguidores concuerdan, añadiendo que el Calvinismo no es fatalismo: Eres responsable por tu conducta.

Allen Guelzo, autor del libro “Edwards sobre la voluntad: Un siglo de debate teológico americano” dice. “El Calvinismo es la foto grande del Cristianismo” y “Está menos interesado en preguntar por qué Dios permite que cosas malas les ocurran a las personas buenas, y más bien pregunta si en realidad hay gente que sea buena genuinamente”.

La predestinación es algo que los Nuevos Calvinistas consideran parte de su actitud al respecto de la Biblia: “O lo tomas todo, o bien, no tomes nada”

Continúa el profesor Bray diciendo: “Hoy en día tenemos más Biblias y más guías de estudio bíblico que en toda la historia, pero las personas conocen menos del texto bíblico que nunca, Esto es desastroso, el enfoque de Calvino en la predicación expositiva es más necesario que nunca”.

En la CHBC, muchos miembros afirman que se convirtieron en Cristianos de verdad, solo después de que algún amigo estudió la Biblia versículo por versículo con ellos. Connie Brown, una maestra de Kindergarten dice: “Mientras estudiaba la Biblia, pude ver que Dios tenía todas las razones para enviarme al infierno, Dios me quebrantó y renovó mi corazón”.

Los Nuevos Calvinistas hablan muchísimo de su pecado. A pesar de eso – o por causa de ello – no muestran culpa, sino gran gozo. La explicación que dan: “Si minimizamos nuestra pecaminosidad, llegaremos a minimizar también nuestra gratitud por la magnitud del amor y perdón de Dios.”

Muchos miembros fueron traídos a CHBC precisamente porque habían sido “convencidos de sus pecados” pero se frustraron al escuchar predicaciones diluidas. La señora Jessica Sandle, una subdirectora de Escuela dice que el pastor de la iglesia a la que perteneció antes, había leído cierto libro sobre “cómo llenar las bancas” y entonces dejó de hablar del pecado y de por qué necesitamos a Dios.

Otro congregante, que no nos dio su nombre porque está optando por un puesto público, dijo: “Fui a otras iglesias, y salía sintiéndome bien, pero hambriento, los sermones eran misericordiosamente cortos, pero dejaban por fuera el evangelio, nunca era convencido de mi pecado… aquí tus deficiencias quedan al descubierto”.

Finalmente, el Calvinismo contrasta con las formas de evangelicalismo más atractivas donde se enfatiza “Jesús es mi amigo” y esto le diferencia mucho del resto del mundo de la Fe. La escritora de best seller Phyllis Tickle considera a este nuevo interés en el Calvinismo como la primera fase en contra de la última tendencia de la religión dominante de hoy: el levantamiento del Cristianismo Emergente.

El Cristianismo Emergente, lo cual ella identifica como una tendencia que ocurre cada 500 años, no es tanto una doctrina o un movimiento como una actitud post-moderna hacia la religión misma. No está claramente organizado, pero valora la experimentación por encima de las reglas tradicionales y de la práctica Cristiana.

Cuando las cosas llegan a este punto, dice la Sra. Tickle, “siempre hay quiénes reconocen la necesidad absoluta de reglas y de un fundamento”.

O como lo dice la Sra Hagopian, con un claro compromiso calvinista: “La filosofía del Cristianismo Americano está muy lejos de la verdad bíblica”.


viernes, 28 de mayo de 2010

El homenaje del hipócrita


Alguien dijo una vez que la hipocresía es un homenaje que el vicio le rinde a la virtud. Todo el mundo quiere aparentar que es honesto, íntegro y veraz, porque reconocemos en silencio que existe lo bueno y lo malo; de la misma manera que reconocemos también que lo primero es digno de alabanza, mientras lo segundo debe ser condenado.

Por más relativismo que profese el hombre occidental, todos presuponemos la existencia de un patrón ético y moral al que debemos conformarnos. Queremos aparentar que somos virtuosos porque sabemos que la deshonestidad, la falta de integridad y la mentira son vicios detestables.

Por eso nos molesta sobremanera cuando un político corrupto promueve su imagen de hombre serio para ganarse el favor popular. ¿Se imaginan cómo sería la presente campaña electoral si muchos de los candidatos tomaran por error una pócima que los obligue a ser veraces?

“Quiero que voten por mí, para poder satisfacer mis ansias de poder, de riqueza y de gloria. No tengo la menor intención de trabajar por el bien de mi país, y prometo darle curso únicamente a los proyectos que beneficien mi bolsillo y mi partido”.

Pero no todos los políticos son corruptos, ni todos los corruptos son políticos. El homenaje que la hipocresía le rinde a la virtud se encuentra por todos lados:

En el periodista que vende su pluma, pero se jacta de su independencia y objetividad.

En el empresario que se presenta ante la sociedad como un hombre decente y respetable, pero engaña al fisco, o es infiel a su esposa, o todas las anteriores.

En el ciudadano común y corriente que critica al político, al empresario y al periodista corruptos, pero se roba la energía eléctrica, o compra las pruebas nacionales para que su hijo pase de curso.

La lista puede llegar a ser interminable.

Pero el día llegará cuando todos los hombres (grandes y pequeños, famosos y desconocidos) compareceremos ante el Juez de toda la tierra, que no puede ser sobornado ni confundido con trucos legales.

Dice la Biblia que “todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (Hebreos 4:13).

Ningún pecador saldrá absuelto en ese tribunal, excepto el que hoy se acoge a la misericordia de Dios en Cristo, quien murió en la cruz del calvario, “el justo por los injustos”, para pagar nuestra deuda con la justicia de Dios.

“Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).


© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.


Diez mentiras sobre Dios

¿Se ha filtrado alguna mentira en sus creencias sobre Dios?
Si ha respondido que no, es mejor que se asegure de nuevo.

El escritor A. W. Tozer hizo la observación de que aquello que creamos acerca de Dios es lo más importante con respecto a nosotros. No obstante, las sutiles influencias que hay en la cultura actual, como el postmodernismo, el pensamiento de la Nueva Era y la teología liberal, proclaman que la autoridad de Dios es limitada y que su amor es mínimo. Para asegurarnos de que nuestras convicciones, conceptos y suposiciones sobre nuestro Creador permanecen fundados en las verdades bíblicas y no en el consenso popular, necesitamos cotejar continuamente con las Escrituras aquello que creemos.
La obra Diez mentiras sobre Dios, del Dr. Erwin Lutzer, al enfrentarse a afirmaciones falsas como las de "Dios es mas tolerante ahora que antes", "Dios dice: Ayúdate, que yo te ayudare", y "La Caída echo a perder el plan de Dios", proporciona una claridad directa y basada en la Biblia con respecto al inmutable poder de Dios y su amor por la humanidad. El Dr. Lutzer nos promete que, si reafirmamos la autoridad de Dios, hallaremos una fe más profunda, una esperanza más fuerte y una adoración más intima.

"Este libro es uno de esos que parecen estar repletos de una extraña carga eléctrica. El lector no puede pasar del prefacio escrito por el autor sin sentirse apremiado a descubrir el impacto del primer capitulo, y desde él, seguir hasta la décima de las 'mentiras sobre Dios'. Y su epilogo es el llamado más apasionado a confiar en Dios que yo haya visto jamás. Una lectura excelente, tanto para cristianos como para no creyentes."

Dr. James Kennedy, doctor en Filosofía
Ministro principal, Iglesia Presbiteriana de Coral Ridge
Fort Lauderdale, Florida, Estados Unidos.

El relativismo: una filosofía absurda y destructiva

El relativismo ha venido a ser, sin duda alguna, uno de los credos más populares de nuestra generación, a tal punto que si alguien proclama la existencia de verdades o valores absolutos, corre el riesgo de ser tildado de arrogante, intolerante o tener una mente estrecha.

Pero esta doctrina no es nueva. Ya en el siglo V antes de Cristo, el escepticismo radical de Gorgias sentó las bases del relativismo al afirmar que “toda declaración es falsa.”

Su proceso de argumentación era algo similar a esto: “Yo creo ver las cosas como son, pero lo que sucede en realidad es que tengo una percepción de ellas a través de los sentidos. Como nuestras sensaciones son engañosas, no son confiables; y si no podemos confiar en aquello que es la fuente del conocimiento humano, entonces no podemos conocer qué son y cómo son las cosas realmente. Y aún en el supuesto de que nuestros sentidos nos proporcionaran algún tipo de conocimiento, ¿cómo podríamos comunicarlo a otros si cada cual posee sus propias percepciones de la realidad? Consecuentemente, la verdad objetiva no existe.”

El problema de este tipo de razonamiento es que se contradice a sí mismo. Si la verdad objetiva no existe, y toda declaración es falsa, esta declaración también lo es. Ese es el tipo de contradicción que subyace en la base fundamental del relativismo.

Cuando el relativista dice que “todo es relativo”, está afirmando dogmáticamente que no podemos ser dogmáticos acerca de nada. Esto equivale a negar en forma absoluta que existan absolutos. En palabras más sencillas, el relativista afirma creer que la única verdad es que no hay verdad, o que es erróneo decir que algo es erróneo.

Lamentablemente los discípulos de Gorgias parecen ser más numerosos hoy que en sus días. Y las consecuencias están a la vista. Tal parece que no tenemos derecho a trazar ninguna línea divisoria que separe el bien del mal, la verdad de la mentira, lo justo de lo injusto.

El relativismo destruye toda posibilidad de alcanzar verdadero conocimiento, comunicarnos con los demás o construir un sistema de valores universales. Lejos de ser una reliquia académica, la filosofía de Gorgias es una fuerza destructiva que continúa minando, quizás como nunca antes, el cimiento sobre el cual descansa el raciocinio humano.

Sin el marco conceptual objetivo de la verdad de Dios revelada en Su Palabra, el hombre se dirige inexorablemente hacia el océano del absurdo.

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La destructiva fe del ateo


A menudo se quiere dar la impresión de que el cristianismo bíblico descansa enteramente sobre la fe, mientras que el ateísmo y la evolución descansan sobre la ciencia y la razón. Pero ese no es el caso. Nadie puede probar científicamente ni el ateísmo ni la evolución y, por lo tanto, ambas cosas descansan en la fe.

La teoría de la evolución es un engendro del naturalismo, una postura filosófica que afirma que todo cuanto existe tiene que ser explicado únicamente en términos de procesos naturales.

En el naturalismo no hay lugar para la intervención de Dios ni de ningún otro agente sobrenatural. Fuera de la naturaleza, dicen ellos, no hay nada que buscar; la materia es la única realidad. El famoso (y fenecido) astrónomo norteamericano Carl Sagan, lo explica con estas palabras: “El cosmos es todo lo que ha habido, todo lo que hay y todo lo que habrá”.

Pero ¿cómo pueden los científicos saber eso con certeza? De ninguna manera. Es imposible probar científicamente que el universo es todo lo que ha habido, todo lo que hay y todo lo que habrá; esta es una postura filosófica, no científica, algo que el naturalista tiene que aceptar por fe.

Y una de las consecuencias inevitables de esa fe es el sin sentido de todo cuanto existe. Si la naturaleza es todo lo que ha habido, todo lo que hay y todo lo que habrá, entonces tendríamos que concluir que el universo es un afortunado accidente, el resultado de un proceso que ningún ser inteligente inició ni guió con ningún propósito. Consecuentemente, la tendencia que ha tenido el hombre a través de los siglos a buscarle un significado a la existencia humana sería una labor inútil, porque no habría ningún significado que buscar.

Si un niño tropieza con un bote de pintura y ésta se derrama indiscriminadamente sobre el tapiz, sería muy tonto tratar de encontrarle un significado oculto a la mancha. Puede que se vea bonito, pero fue algo accidental, no planificado. Según el ateo, este universo maravilloso que manifiesta orden, diseño y propósito en todas sus partes, no posee en realidad ningún diseño inteligente detrás; es la mancha hermosa que quedó en el espacio infinito luego que la materia + tiempo + casualidad tropezaran con el bote de pintura.

Por eso alguien dijo una vez que “el momento más embarazoso para el ateo es cuando se siente profundamente agradecido por algo, pero no puede pensar en nadie a quien darle las gracias”.

La fe del ateo deja al hombre sumido en una existencia sin sentido. Pocos lo han expresado tan claramente como Sartre en La Nausea: “Yo existo como una piedra, una planta, un microbio… Aquí estamos todos nosotros, comiendo y bebiendo para preservar nuestra preciosa existencia y sin embargo no hay nada, nada, absolutamente ninguna razón para existir”. El ateo no sólo niega la existencia de Dios, sino que también atenta contra la humanidad del hombre.

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Cómo refutar eficazmente a un evolucionista naturalista


Hay dos formas de rebatir la doctrina evolucionista naturalista: a través de argumentos científicos o a través de argumentos filosóficos. Personalmente creo que los argumentos filosóficos nos llevan a través de un camino más corto. Veamos brevemente el problema insoluble que el naturalismo plantea desde un punto de vista filosófico.

Todo aquel que asume una causa accidental e impersonal para el origen del universo, también debe asumir que no tiene nada que decir con respecto a las preguntas más relevantes de la existencia humana.

Como bien señaló el filósofo existencialista Jean Paul Sartre, ningún punto finito tiene significado a menos que tenga algún punto infinito de referencia. La frase “me estoy acercando”, no tiene sentido a menos que especifique el punto hacia el cual me dirijo.

Aquel que parte de la premisa de que no existe Dios, sino que somos el resultado de causas fortuitas, no posee ningún punto de referencia para saber si se acerca o se aleja en su interpretación de la realidad.

Fiedrich Nietzsche, el profeta de “la muerte de Dios”, se dio cuenta del problema: No se puede negar la existencia de Dios y al mismo tiempo afirmar que existe la moral, la razón y la lógica. Sin Dios no hay absolutos. Nietzsche lo dijo con estas palabras casi poéticas:

“¿Cómo pudimos vaciar el mar? ¿Quién nos dio la esponja para borrar el horizonte? ¿Qué hemos hecho después de desprender la tierra de la cadena de su sol? ¿Dónde la conducen ahora sus movimientos? ¿A dónde la llevan los nuestros? ¿Es que caemos sin cesar? ¿Vamos hacia delante, hacia atrás, hacia algún lado? ¿Erramos en todas direcciones? ¿Hay todavía un arriba y un abajo?”

Nietzsche vio el punto, aunque no tan claro como para cerrar sus labios o dejar de escribir. El que no sabe si avanza o retrocede, si sube o cae, ¿cómo puede dar sus opiniones tan categóricamente? Como bien señala R. C. Sproul: “El acto más consistente de los filósofos irracionales sería simplemente callarse la boca. Si ellos no pueden decir algo significativo (ya que no hay algo significativo que decir) ¿por qué continuar balbuceando? Sin embargo, ellos insisten en hablar y escribir.”

El naturalista tampoco puede explicar cómo es que el hombre, un ser puramente material y accidental, es capaz de pensar y razonar, y cómo esos pensamientos y razonamientos encajan con la realidad, también accidental, fuera de nosotros. El filósofo norteamericano Richard Taylor ilustra la naturaleza de este problema8. Supongamos que al llegar a cierto lugar, los pasajeros de un tren visualizan al pie de una colina un conjunto de piedras, ordenadas de tal manera que forman las siguientes palabras:

LA COMPAÑÍA DE TRENES BRITÁNICA
LE DA LA BIENVENIDA A GALES


Esa formación rocosa tiene dos explicaciones posibles: o se trata de un arreglo casual, producido por el viento, la lluvia y otros elementos naturales, que arrastraron estas piedras hasta alinearse de ese modo, o se trata de un arreglo intencional llevado a cabo con el propósito de transmitir información verdadera.

Ahora, supongamos que, basados en esa formación rocosa, los pasajeros infieren que ciertamente han llegado a Gales; en tal caso sería inconsecuente asumir que el arreglo de las piedras fue accidental; deberían concluir, necesariamente, que fueron posicionadas por alguien para transmitir un mensaje inteligible, porque hay una correspondencia verdadera entre las ideas que las palabras comunican y la realidad externa a ellas.

Si algún pasajero supone que esas piedras cayeron de la colina accidentalmente, como producto de un terremoto por ejemplo, entonces esas piedras no constituirían ninguna evidencia de que realmente están entrando a Gales.

El problema del naturalista es que, aunque él presupone que sus sentidos, y la realidad fuera de nosotros, son el producto accidental de fuerzas naturales no inteligentes, al mismo tiempo depende de sus sentidos para la información que él tiene del mundo y que asume como verdadera.

“Los naturalistas parecen estar atrapados en una trampa. Si son consistentes con sus presuposiciones naturalistas, deben asumir que nuestras facultades cognoscitivas son el producto de la casualidad, de fuerzas sin propósitos. Pero si esto es así, los naturalistas se muestran inconsistentes cuando colocan tanta confianza en esas facultades” (R. Nash).

Es revelador saber que el mismo Darwin luchó con este dilema: “En lo que a mí respecta, la duda horrible siempre se levanta en cuanto a si las convicciones del hombre, las cuales han sido desarrolladas desde la mente de un animal inferior, son de algún valor o en manera alguna confiables. ¿Confiaría alguien en la mente de un mono, si es que hay alguna convicción en esa mente?” Si nuestra mente es el producto de una fuerza ciega de la naturaleza, es inútil preguntarnos si el hombre es capaz de conocer la realidad fuera de sí mismo.

Como bien hace notar Richard Purtill, el naturalismo “destruye nuestra confianza en la validez de cualquier razonamiento – incluyendo el razonamiento que pudiera llevarnos a adoptar las teorías [naturalistas].”

Es a esto que C. S. Lewis llama “la ironía naturalista”: “Si el naturalismo es realmente cierto, entonces la creencia de que es cierto no puede ser sostenida racionalmente.” Por eso se ha dicho que el naturalista es un hombre que corta la rama en la que está sentado.

Ahora bien, noten que he titulado esta entrada: “Cómo refutar eficazmente a un evolucionista naturalista”, y no: “Cómo persuadir (o convencer) eficazmente a un evolucionista naturalista”. Ningún argumento, por convincente que sea, podrá por sí mismo persuadir o convencer a un incrédulo, porque su problema no es de índole intelectual, sino moral y espiritual.

Pablo señala en Romanos 1:18-22 que el incrédulo suprime la verdad en un acto de deshonestidad intelectual. A menos que Dios haga una obra en su interior abriéndole los ojos de su entendimiento e inclinando su corazón a la verdad, ningún hombre querrá venir humillado a los pies de Cristo en arrepentimiento y fe.

No obstante, debemos estar siempre preparados para presentar defensa “con mansedumbre y reverencia, ante todo el que demande razón de la esperanza que hay en nosotros” (1Pedro 3:15); pero no confiando en el poder del argumento, sino en el hecho de que el mismo Dios que en el principio dijo: “Sea la luz”, puede obrar en el corazón del pecador iluminando su entendimiento por medio de la Palabra predicada (2Cor. 4:6).

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Postulados de fe de la doctrina evolucionista naturalista

El naturalismo clama ser la única explicación racional del origen y existencia del universo, a la vez que desecha la fe cristiana como una creencia supersticiosa e irracional. Su teoría esencial es que nada existe fuera del orden natural que intervenga en la naturaleza. Todo cuanto existe en el universo, dicen ellos, puede ser explicado sin tener que recurrir a ninguna fuerza o inteligencia sobrenatural.

Para los naturalistas el universo es algo así como una caja cerrada cuyo origen y funcionamiento se explican totalmente por los elementos contenidos dentro de ella. Fuera de esa caja no existe nada más.

Como dice el filósofo William Halverson: “El mundo es… como una máquina gigantesca cuyas partes son tan numerosas y cuyos procesos son tan complejos que nosotros somos apenas capaces de adquirir sólo un entendimiento parcial y fragmentado de cómo éste funciona. En principio, sin embargo, todo lo que ocurre es explicable a final de cuentas en términos de las propiedades y relaciones de las partículas de las cuales la materia está compuesta.”

Ahora bien, aunque los naturalistas se ufanan de la racionalidad de su teoría, y rechazan la fe cristiana como mera creencia religiosa, lo cierto es que sus conclusiones descansan en presuposiciones que no pueden ser probadas científicamente y que deben ser aceptadas por fe (obviamente, al aplicar la palabra "fe" a algunas de las presuposiciones naturalistas, estoy usando la palabra significando un "conjunto de creencias que no pueden ser probadas empíricamente", no en su acepción bíblica y teológica). He aquí algunos de los postulados que los evolucionistas naturalistas aceptan por fe, como cualquier otra creencia religiosa.

Que sólo la naturaleza existe.

Que la naturaleza es un sistema materialista, es decir que todo puede ser explicado en términos de causas materiales, incluyendo tales cosas como la memoria, los pensamientos, las creencias y las inferencias lógicas.

Que la naturaleza es un sistema que se explica sólo, sin tener que recurrir a causas sobrenaturales.

Que el universo es un sistema caracterizado por una total uniformidad manifiesta en el orden regular de la naturaleza.

Que la naturaleza es un sistema determinista, es decir, que todos los eventos son determinados por causas físicas, incluyendo las creencias y pensamientos humanos.

Ninguna de estas creencias es plausible de ser probada científicamente; tienen que ser aceptadas por fe.

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¿En qué se equivocó Carlos Marx?



Por Sugel Michelen


Aunque la ideología marxista está de capa caída desde hace varias décadas, no hay duda de que jugó un papel protagónico en el pensamiento del siglo XX y en muchos de los cambios que se suscitaron en esa centuria tan convulsa. Es por eso que no podemos trazar la historia del pensamiento del hombre moderno sin detenernos a considerar esta filosofía, conocida popularmente como dialéctica materialista.

Carlos Marx nació en Trier, Alemania, en 1818, en el seno de una familia judía acomodada. Cuando era apenas un niño su familia tuvo que moverse a una ciudad de mayoría luterana, lo que movió a su padre a “convertirse” al luteranismo por razones económicas; esto alentaría su desilusión en cuanto al papel de la religión en el hombre.

A la edad de 23 años obtuvo su doctorado en filosofía. Para ese tiempo había leído profusamente tanto a Hegel (1770-1831) como a Feuerbach (1804-1872), de quienes recibió una fuerte influencia, sin dejar de criticar tanto al uno como al otro.

La contribución de Hegel al pensamiento de Marx fue la dialéctica, el proceso que pretende explicar la dinámica a través de la cual se va desarrollando la historia. Este proceso comienza con un punto de partida plausible, la tesis, que implica a su vez una noción contradictoria, la antítesis, lo que produce un impasse que sólo puede ser resuelto haciendo una síntesis entre los elementos de verdad contenidos en ambos polos contradictorios.

Pero esa síntesis se convierte a su vez en una nueva tesis que genera una nueva antítesis y que demanda una nueva síntesis. Y así la historia va evolucionando hacia planos cada vez más elevados a través de un proceso racional que explica todos los cambios en la historia humana.

Marx estaría de acuerdo con Hegel en que el movimiento de la historia es dialéctico en su naturaleza, pero vería en la economía, y no en la razón, la fuerza que mueve ese proceso. Si preguntáramos a Carlos Marx cuál es la clave para interpretar la historia humana, la dinámica que pone la historia en movimiento y de la cual surgen las creencias y valores humanos, su respuesta sería: La lucha de clases cimentada en el sistema económico prevaleciente.

“La historia de todas las sociedades hasta nuestros días – dice la primera línea del Manifiesto Comunista – es la historia de la lucha de clases.” Partiendo de esta presuposición Marx explica que los sistemas económicos han pasado por diversas etapas, desde la etapa comunitaria en su período inicial, pasando luego por el esclavismo y el feudalismo, hasta llegar a la moderna sociedad capitalista, donde tienden a definirse aún más los dos campos enemigos en la contienda: la burguesía (los dueños) y el proletariado (los trabajadores).

Esta división de clases se hace más evidente en el capitalismo debido a que la brecha entre la riqueza de la burguesía y la pobreza del proletariado es, en este sistema económico, más profunda y creciente.

Ahora bien, para Marx la riqueza es más que riqueza: es poder. Ese poder no sólo permite a los ricos poner las reglas de juego que operan en la sociedad y que garantizan la preservación y aumento de sus riquezas, sino también moldear las ideas predominantes de la época.

Es en ese contexto que Marx asevera que la religión es el opio de los pueblos, una especie de narcótico usado por la clase dominante para mantener a raya al proletariado. Por otra parte, el capitalismo deshumaniza al hombre al convertir al trabajador en mercancía, “como cualquier otro artículo de comercio” (Manifiesto Comunista).

¿Cuál es la solución? Un cambio profundo en el sistema económico donde todos trabajen para el bien de la comunidad eliminando la propiedad privada. Ya que ningún individuo genera riquezas independientemente, sino que el capital se genera por un número de personas trabajando colectivamente en un sistema económico específico, la sociedad debe ser reestructurada de manera que todos se beneficien del capital así generado.

Esa es la meta que el comunismo pretende alcanzar. No se trata simplemente de una nueva forma de hacer negocio, sino de una nueva forma de pensar que, si bien tiene algunos puntos luminosos que deben ser reconocidos, parte de una premisa equivocada al reducir la problemática humana a fuerzas económicas y materiales.

Aunque es importante señalar que, a pesar del profundo antagonismo que existe entre el cristianismo y el marxismo, los cristianos no podemos menos que simpatizar con algunas de las ideas de Marx; como cuando dice que el trabajo debe ser humanizado o cuando denuncia el potencial que tiene el capitalismo de promover la explotación del hombre por el hombre.

Al igual que los marxistas los cristianos debemos preocuparnos por las implicaciones sociales del sistema económico imperante y entender que no podemos contemplar toda la problemática humana desde una perspectiva meramente espiritual.

El problema es que Marx presenta una parte de la realidad como si fuera toda la realidad al presuponer que las ideas y anhelos humanos pueden ser explicados absolutamente en función de la lucha de clases y las estructuras socioeconómicas implantadas por la burguesía para oprimir al proletariado.

Alguien dijo con mucha razón que cuando se dice parte de la verdad como si fuera toda la verdad es una mentira. Y Marx pierde de vista una gran parte de la realidad al contemplar los anhelos espirituales del hombre como una mera consecuencia de sus condiciones de vida materiales y sociales.

Aunque los marxistas claman que su cosmovisión posee unas credenciales científicas que las otras cosmovisiones no poseen, lo cierto es que ellos parten de presuposiciones filosóficas y religiosas que deben ser aceptadas a priori, por fe.

Según Marx, la clase dominante siempre ha reclamado validez eterna para sus ideas, pero éstas reflejan más bien las estructuras económicas de un período particular. En otras palabras, todas las teorías sociales, políticas, morales o legales presentadas como verdad objetiva están equivocadas, excepto el comunismo. Pero ¿cómo puede él estar tan seguro de eso?

Como bien ha dicho alguien, en realidad Marx “nunca explica cómo sólo él fue capaz de escapar de las estructuras de poder prevalecientes para ver las cosas ‘como éstas son realmente’.”

Por otro lado, al presuponer que la dignidad humana puede ser restaurada a través de una nueva estructura económica, el marxismo se hace culpable de lo mismo que critica del capitalismo: contemplar la dignidad humana en términos monetarios. La dignidad del hombre no depende de la distribución de las riquezas, sino del hecho de haber sido creado a la imagen de Dios. Al echar a un lado al Creador el marxismo ha perdido la clave para interpretar la realidad creada como esta es realmente.

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J. Budziszewski, ex – ateo y ex – agnóstico, sobre la deshonestidad intelectual de ambas posturas



J. Budziszewski, recibió su Ph.D en la universidad de Yale, y es profesor de leyes y filosofía en la Universidad de Texas. En un momento de su vida Budziszewski rechazó la fe de su juventud y llegó a ser ateo. He aquí algunos extractos de su testimonio, a los que añado algunos comentarios míos aquí y allá (lo que no está entre comillas):

“Unos años después de desertar de la fe cristiana de mi juventud, fui ateo. Así que conozco el asunto desde adentro. Claro está, el conocimiento desde dentro no es siempre superior al conocimiento desde fuera... Un drogadicto no entiende mejor su adicción que su doctor, porque él está atrapado en ella. Tampoco recomendamos el suicidio para un mejor entendimiento de la muerte auto inducida... El entendimiento propio del ateo tiene una limitante muy similar al auto entendimiento del adicto o de la persona que trata de suicidarse.”

Así como el adicto está auto engañado, el ateo también lo está; y así como el suicida que tiene “éxito” en su empresa corta toda posibilidad de ser convencido de no hacerlo, así también el ateo corta las avenidas del entendimiento.

Ahora, ¿qué quiere decir Budziszewski cuando afirma que el ateo está auto engañado? Él sigue diciendo:

“El auto engaño significa hacerse el tonto. Significa pretender que no sabemos lo que en realidad sí sabemos; jugar a que desconocemos lo que en realidad conocemos. Lo que estoy insinuando es que los seres humanos jugamos con Dios. Nos mentimos, y una de las cosas acerca de las cuales nos mentimos es sobre nuestro conocimiento de la realidad [de Dios]. El salmo 14 inicia con la siguiente observación, la cual es a menudo malentendida: ‘Dice el necio en su corazón: No hay Dios.’ El salmista no llama necio al hombre por pensar que no hay Dios, sino más bien por decirse a sí mismo que no hay Dios, aunque en lo profundo de su mente él sabe que no es así.”

Y aquí el autor cita el texto de Rom. 1 que hemos estado considerando, para entonces añadir:

“En este momento no estoy preocupado por explorar el reclamo general de Pablo [en este pasaje de Romanos] de que aquellos que niegan al Creador son malvados, sino con su reclamo más particular de que son intelectualmente deshonestos. Nota que él no critica a los incrédulos porque no conocen acerca de Dios, cuando debieran conocerle. Él más bien los critica porque sí saben acerca de Dios, pero pretenden delante de sí mismos que no lo conocen. De acuerdo a esta postura, de ningún modo somos ignorantes de la realidad de Dios. Mas bien, la ‘suprimimos;’ para traducirlo de un modo diferente, la ‘mantenemos bajo superficie.’ Tratamos con toda nuestra fuerza de no conocer esta realidad, aunque no podemos evitar conocerla; la conocemos con una parte de nuestras mentes, mientras que con la otra decimos, ‘No conozco tal cosa.’ Desde la perspectiva bíblica, entonces, la razón por la que es tan difícil argumentar con un ateo, es porque él sabe que hay un Dios, pero se dice a sí mismo que no lo hay.”

Y así sigue este autor relatando su peregrinaje de vuelta a la fe que abandonó. Cuando no pudo seguir negando la existencia de Dios, entonces se hizo agnóstico; pero por su entrenamiento en filosofía pronto se dio cuenta de que tal posición era insostenible también. Hasta que finalmente fue vencido. Pero el punto que quiero destacar aquí es lo que él dice acerca de la sicología del ateo. El ateo no es más que una persona auto-engañada.

Por eso decía en una entrada anterior, que un incrédulo no vendrá a la fe y al arrepentimiento por medio de argumentos intelectuales únicamente, porque su problema no es intelectual. No es por falta de argumentos que él no cree, sino porque él no quiere creer.

Pero a través de una defensa ordenada y poderosa de nuestra fe puede que el incrédulo sea convencido de su pecado de incredulidad, venga a Cristo en arrepentimiento y fe, y se reconcilie con el Dios al que tan vilmente ha ofendido.


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La Biblia es inerrante y sorprendentemente coherente


El argumento de las profecías cumplidas es, indudablemente, una fuerte evidencia a favor de la inspiración de las Escrituras. Pero es igualmente contundente el hecho de que la Biblia es inerrante.

He aquí un libro que comenzó a escribirse alrededor del año 1500 a. de C., cuando aún los pueblos y naciones de la tierra más avanzados estaban llenos de mitos y leyendas. Y sin embargo, la Biblia no tiene ningún error histórico, ningún error geográfico, ningún error científico.

Como bien señalan Maxwell Coder y George F. Howe: “Las Escrituras mencionan grandes naciones, reyes, ciudades, pueblos, ligándolo todo con fechas y episodios específicos durante miles de años, sin cometer jamás ningún error” (cit. por Dickson; El Ocaso de los Incrédulos; pg. 348).

Y aún sin ser un libro de ciencias, no deja de ser interesante ver cómo la Biblia nos provee incidentalmente ciertas informaciones de cosas que el hombre vendría a descubrir cientos de años más tarde.

Por ejemplo, en Lv. 17:11 se nos dice que la vida está en la sangre; en Job 26:7 que la tierra está suspendida sobre nada; y en Ecl. 1:6-7 se describe el ciclo del agua (el proceso a través del cual el vapor de agua se condensa y se precipita como lluvia y como nieve, para entonces llegar al mar y de allí volver de nuevo a las nubes a través de la evaporación).

Pero no sólo eso. El argumento interno a favor de la Biblia viene a ser más contundente cuando tomamos en cuenta la coherencia, armonía y unidad orgánica que la Biblia posee.

Algunas personas atacan las Escrituras aduciendo el hecho de que fue escrita por hombres. Y ciertamente la Biblia no pretende haber descendido del cielo como un libro escrito directamente por Dios. La Biblia afirma más bien haber sido escrita por hombres inspirados por Dios.

La Biblia es una recopilación de 66 libros que fueron escritos en un período de 1,500 años, a lo largo de 60 generaciones, por unos 40 autores distintos, en 3 continentes distintos y en 3 idiomas distintos.

Para complicarlo un poco más, sus autores no sólo estaban separados unos de otros en el tiempo, en algunos casos por cientos de años de distancia, sino también por contextos culturales y vocacionales muy distintos. Entre los autores bíblicos encontramos reyes, pescadores, poetas, hombres de estado, soldados, sacerdotes, maestros, un médico, un pastor de ovejas.

Pero para complicarlo todavía un poco más, la Biblia incluye en su contenido centenares de temas reconocidamente controversiales: la naturaleza del verdadero Dios, el camino de salvación, las normas éticas que deben regir la vida del hombre, el destino final de la humanidad, entre otros. Y sin embargo, la Biblia no sólo manifiesta una extraordinaria coherencia y armonía de principio a fin, sino también una perfecta unidad orgánica.

Cuando hablamos de unidad orgánica nos referimos básicamente a ese tipo de unidad donde cada parte es necesaria para explicar y completar el todo. El cuerpo humano, por ejemplo, posee esa clase de unidad.

Y lo mismo vemos en la creación. Esa misma coherencia, armonía y unidad que encontramos en la creación, de manera que todas las cosas creadas constituyen un universo (y no un “multiverso”), es la misma coherencia, armonía y unidad que encontramos en las Sagradas Escrituras.

Eso resulta sencillamente imposible de explicar, a menos que una Persona (con “P” mayúscula, claro está) haya supervisado sabiamente a esos 40 autores durante esos 1,500 años, de modo que esos 66 libros constituyeran en realidad un solo libro: La Biblia, la Palabra infalible e inerrante de Dios.

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El matrimonio homosexual


Publiqué esta entrada pasada la media noche, y al despertar en la mañana me encontré con la noticia de que el famoso Ricky Martin reveló públicamente su homosexualidad. Así que, providencialmente, esta entrada cayó como anillo al dedo.


Cuando la Suprema Corte de Justicia de Massachussets aprobó el matrimonio civil de parejas homosexuales hace unos años, la presidenta de la Suprema Corte, Margaret Marshall, declaró que es anticonstitucional privar a un individuo de la protección, beneficios y obligaciones del matrimonio, simplemente porque haya decidido compartir su vida con una persona de su mismo sexo.

Planteado de ese modo, todo el que se oponga al matrimonio homosexual se opone a la Constitución y, lo que es aún peor, carece de sensibilidad humana hacia las personas que tienen una inclinación sexual distinta.

Pero esta cuestión debe ser debatida desde otra perspectiva. Lo que está en juego aquí es la definición misma del matrimonio y, lo que es aún más crucial, el fundamento que sustenta nuestros valores morales.

En un debate sobre el tema que se presentó en el programa televisivo Larry King Live, estaban presentes la congresista Marilyn Musgrave (quien apoya la propuesta de enmienda a la constitución de EUA que define el matrimonio como la unión de un hombre y una mujer) y el alcalde de San Francisco, Gavin Newsome, quien ha estado expidiendo certificados de matrimonio a parejas del mismo sexo.

En un punto del debate la congresista preguntó al alcalde si apoyaba la poligamia o el matrimonio en grupo. El alcalde evadió la pregunta, pero la congresista insistió: “Si Usted borra las líneas que definen el matrimonio, señor alcalde, ¿cuán lejos llegará?”

Si desechamos la definición de matrimonio que Dios nos da en Su revelación escrita, la Biblia, ¿cuál es la base que usaremos para una nueva definición? ¿Por qué considerar moralmente correcto que dos hombres o dos mujeres se unan en matrimonio y no aceptar otras relaciones que hoy la sociedad considera aberrantes, como el incesto, por ejemplo?

¿Acaso no podrían alegar los polígamos, u otros grupos que practican otras formas de relaciones no convencionales, que están siendo discriminados por sus preferencias sexuales? Sin un punto fijo de referencia para establecer lo bueno y lo malo se elimina todo parámetro para decidir cualquier cuestión ética o moral.

Los cristianos partimos de la premisa de que Dios es el Creador del universo y que El se ha revelado al hombre a través de la Biblia. Y allí se presenta la homosexualidad como pecado. En Romanos 1:26-27 Pablo define la homosexualidad como una pasión vergonzosa y antinatural; y en 1Corintios 6:9-11 declara que los que practican la homosexualidad no “heredarán el reino de Dios”.

Los cristianos no odiamos a los homosexuales, ni creemos que su pecado es el único del que los hombres deben arrepentirse. La Biblia define el pecado como transgresión a la ley moral de Dios y proclama que todo transgresor necesita ser salvado por la gracia de Dios en Jesucristo.

Pero los que rechazan las Sagradas Escrituras ¿qué base tienen para sus propias opiniones? ¿Y qué tan lejos están dispuestos a llegar en su redefinición de las relaciones humanas?


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Una moral sin Dios: El subjetivismo ético

Una de las críticas que recibí, a raíz del artículo "Las incongruencias de Ateodom" posteado la semana pasada, fue la de que la moral no depende estrictamente de que creamos en la existencia de Dios. Me alegro cuando recibo críticas de ese tipo, pues resulta muy frustrante argumentar con manzanas y que nos respondan con peras.

Imaginen el caso de un estudiante al cual su profesora corrige, porque respondió en un examen de matemáticas que dos más dos es igual a cinco; pero entonces el estudiante le replica airado: “¿Qué derecho tiene a hablarme de matemáticas, si todo el mundo sabe que Ud. no tiene misericordia al aplicar la disciplina en el aula?”

Es posible que la profesora en cuestión sea demasiado estricta al aplicar la disciplina a sus estudiantes, pero eso no elimina el hecho de que ciertamente el estudiante estaba equivocado en su respuesta.

Pero en el caso de la crítica citada más arriba, las manzanas fueron respondidas con manzanas, lo que nos permite un diálogo significativo y provechoso.

En lo tocante a la moral, no han faltado los intentos de desarrollar sistemas éticos aparte de la revelación bíblica, pero, como espero demostrar en las entradas de esta semana, todos esos sistemas terminan empantanados.

El primero es el subjetivismo ético. En el subjetivismo ético, cuando alguien dice que algo es moralmente bueno, lo que en realidad está diciendo es que le gusta o lo aprueba. En esta posición el juicio moral no depende de un estándar moral objetivo que distingue lo bueno de lo malo, sino de los sentimientos subjetivos del que habla. Cinco consecuencias paradójicas se derivan de esta teoría:

En el subjetivismo ético, una persona siempre está en lo correcto cuando hace un juicio moral:

La única posibilidad de equivocarse en este sistema es evaluando erróneamente nuestros propios sentimientos. En otras palabras, si digo que robar es bueno, la única posibilidad de estar equivocado es, si en el fondo de mi corazón, me desagrada que alguien robe.

Y, por supuesto, ningún subjetivista ético puede sostener que alguien que tenga una opinión diferente a la suya está equivocado. Si el otro se siente bien haciendo lo que hace, tengo que concluir que está bien, aunque yo no esté de acuerdo con su conducta.

Todas las acciones serían buenas y malas al mismo tiempo:

Por ejemplo, si “A” sostiene la posición de que la pena capital es errónea, y “B” sostiene que la pena capital es correcta, según el subjetivismo ético no existe un desacuerdo significativo entre ambos. Lo que “A” quiere decir en realidad es que a él le disgusta la pena capital, mientras que “B” dice que le gusta.

Los desacuerdos en cuestiones morales no existirían:

Esto se deriva de lo que acabamos de ver en el punto anterior. Imaginen el caso donde “A” dice: “Yo tengo los ojos negros”, y “B” objeta diciendo: “No, yo tengo los ojos azules”; ¿existe algún desacuerdo real entre ambos? Por supuesto que no. Estarían en la misma situación si “A” dijera: “Me gusta el brócoli” y “B” dijera: “Pues a mí no me gusta”.

El problema es que esto se aplica también a cuestiones morales. Alguien pudiera decir: “Me desagrada la homosexualidad”; y la otra persona dice: “Pues a mí me agradan los homosexuales”; según el subjetivismo ético, ambos están bien, pues están expresando correctamente los sentimientos de sus corazones con respecto a la homosexualidad.

Dos personas nunca se referirían a lo mismo al hacer juicios morales:

Imagínense a dos personas diciendo: “Robar es malo”; ambos estarían expresando su propio sentimiento subjetivo en lo tocante al robar y, por eso mismo, no necesariamente se refieren a la misma cosa, pues existe la posibilidad de que les disguste el robo por diferentes razones.

Tal vez uno piensa que robar es malo porque el ladrón se expone a pescar un resfriado al tener que salir de noche a robar, mientras el otro cree que es malo porque promueve la vagancia. Pero ningún subjetivista ético piensa que el robo es un mal moral objetivo. Todo depende de cómo nos sentimos con respecto a las cosas.

El subjetivismo ético torna un juicio moral aparentemente significativo en una contradicción:

Imaginemos a un hombre que dice: “A mí me gusta emborracharme, pero yo sé que es incorrecto”. En el subjetivismo ético esa frase no tiene ningún sentido, pues lo que esa persona realmente estaria diciendo es: “A mí me gusta emborracharme, pero en realidad no me gusta emborracharme”. Sería muy diferente en el caso de alguien que “sabe” que emborracharse es moralmente malo, pero aún así se siente atraído por el alcohol.

En conclusión, el subjetivismo ético es un sistema ético que a final de cuentas termina reducido en nada. A pesar de eso, en nuestra sociedad abundan los subjetivistas éticos, personas que piensan que su estilo de vida no puede ser criticado, pues ellos están siguiendo, simple y sencillamente, los impulsos de su corazón.

“Vive tu como te plazca y déjame vivir como a mí me plazca, y todo el mundo tranquilo”. El problema es que tarde o temprano lo que a ti te place puede chocar frontalmente con lo que le place a tu vecino. El subjetivismo hunde a la sociedad en un caos total.

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