El Tiempo es de Dios

viernes, 14 de mayo de 2010

Calvino y la economía

Por Rodolfo Haan

Weber y Tawney

Recuerdo que en los años en que tenía el privilegio de enseñar en ISEDET, en la clase de historia, una vez hablamos sobre Calvino y la economía. Dos estudiantes habían participado antes en un curso de la universidad de La Plata. Abordando el tema del ‘protestantismo y capitalismo’, el profesor, que era católico, había apuntado a aquellos dos, diciendo ‘ellos tienen la culpa’. Esto es, los protestantes-calvinistas han sido la causa del capitalismo. Siempre se alude a la conocida tesis del sociólogo e historiador Max Weber al respecto. Hay otro historiador - al que personalmente prefiero - que es Richard Tawney. Solíamos leer su libro en el primer año del programa de licenciatura. El título es La religión y el surgimiento del capitalismo (Religion and the rise of capitalism, 1926). En la biblioteca había una traducción argentina, con el título engañoso: ‘La religión en el origen del capitalismo’. El traductor había cometido dos errores: substituyó la palabrita ‘y’ por ‘en’, y reemplazó la palabra ‘surgimiento’ por ‘origen’. Él quería ‘probar’ que la religión protestante ha estado en el origen del capitalismo. Sin embargo, Tawney investiga otra pregunta: ¿cómo podemos explicar que los protestantes del siglo XVIII habían llegado a ser tan diferentes de los calvinistas de la misma época de la Reforma, y tan asimilados al moralismo comercial de su época?

El capitalismo no se ‘originó’ en la Reforma. Lo que Weber está mostrando de hecho es otra cosa: cómo durante los siglos posteriores a Calvino la práctica de los pastores puritanos y de los mismos fieles reforzaron – con gran fuerza sicológica – al naciente capitalismo. El capitalismo – concepto que estrictamente surge recién en el siglo XIX – tiene otras causas históricas, aparte de las prácticas religiosas. Por otra parte, estas prácticas y teologías tampoco obedecían necesariamente a la doctrina clásica de la iglesia. El profesor Hooykaas, historiador de la ciencia, escribió un libro al que puso un título semejante: La religión y el surgimiento de la ciencia moderna (Religion and the rise of modern science, 1972). Observa que la doctrina de la predestinación no ha sido típica de Calvino; también Tomás de Aquino y Lutero la apoyan. Muchas veces es confundida con la providencia. En los siglos XVII y posteriores el principio de la causalidad de la ciencia invadía la teología. Podemos decir, la teología se fue ‘conformando a este siglo’ (Rom. 12, 2). A su vez la providencia fue interpretada como si ‘el curso de las cosas estaría fija’. Calvino dice otra cosa: ‘Jamás se podría satisfacer la curiosidad de ciertos hombres vanos a quienes ninguna cosa basta’. Sobre la providencia sólo se puede hablar ‘para la instrucción y consuelo de los fieles’ (Institución, I, XVII, 12); no conocemos la voluntad de Dios sino a través de lo que Él nos enseña. ‘Por lo tanto, en nuestros asuntos debemos poner los ojos en la voluntad de Dios, que Él nos ha revelado en su Palabra’ (I, XVII, 5).

La interpretación y el uso actual de la obra de Calvino mismo tienen que partir de su teología fundamental. En 1975, Jesús Larriba escribió el primer estudio católico (y español) sobre Calvino, calando ‘en lo más hondo del espíritu y de la obra de Calvino’, al pretender ‘poner las cosas en su sitio, desligándolas de la leyenda calumniosa y de la interpretación polémica’. El título del libro fue Eclesiología y antropología en Calvino. La intención del autor fue la de un servicio ecuménico. Tales esfuerzos son necesarios antes de que queramos indagar el tema ‘Calvino y la economía’.


André Biéler

Sobre este tema la fuente principal - aparte de la obra del Reformador mismo, que por su vasta extensión solamente será accesible para algunos especialistas – sigue siendo la gran obra del profesor André Biéler (1914-2006), La pensée économique et social de Calvin. Fue publicada en francés en el año 1961, y ha sido republicado en inglés en 2005 por el Consejo Mundial de Iglesias bajo el título Calvin’s social and economic thought. Es el estudio más completo y más profundo sobre el pensamiento social y económico de Calvino. Pero Calvino no se deja conocer solamente por su obra propia. Son los calvinistas posteriores y contemporáneos que llevan adelante su método. No es calvinista citar solamente a Calvino aplicando algunos determinados dichos o actos al contexto actual. Lo que sí sigue siendo actual es el mismo método de Calvino, cuyo secreto es lo que hoy día llamaríamos el ‘círculo hermenéutico’. Para entender la actualidad del mensaje bíblico hay que relacionar la lectura y relectura bíblicas profundas con el análisis igualmente rigoroso de la realidad social en que vivimos ahora. Este trabajo analítico nunca termina, ya que la evolución social siempre está sujeta al movimiento histórico. El profesor Biéler, en su librito Calvino, profeta de la era industrial (1964, p. 12/13), resume las características de la ética de Calvino:

1. ‘La ética social de Calvino está solidamente anclada en la teología; depende enteramente del misterio central de la fe evangélica, de la persona y la obra de Cristo. Es un ética teológica cristocéntrica.
2. Ella precede de un conocimiento riguroso de la revelación bíblica, a saber de una interpretación muy dinámica de la misma, a la luz de las fluctuaciones de la sociedad. Es una ética bíblica acordada con el dinamismo de la historia.
3. Ella se actualiza concretamente por un análisis lucido de las coyunturas estando siempre en evolución. Implica un método de análisis racional de los hechos económicos sociales.
4. Ella obtiene una eficacia histórica excepcional al comandar una acción adaptada a la circunstancias y infinitamente renovada en el contacto con la realidad. Es un método didáctico para la acción.’

Queda claro que, en base a esta visión calvinista sobre Palabra y Mundo, no podemos canonizar al mismo Calvino. Sus propias conclusiones éticas fueran hechas en relación con su tiempo y el lugar donde vivía. El método calvinista implica que sepamos dialogar y comprometernos con nuestra propia época. Lo que nos enseña la reforma calvinista es que los cristianos hemos de servir a la reforma de la sociedad integral.

La reforma integral y continua de la sociedad

Aquí debemos darnos cuenta que la época de Calvino era precapitalista todavía. Su genio ya presentía la economía capitalista naciente al ver las tendencias en los mercados, entre ellos el mercado de crédito. Esto significa para nada que fue el ‘profeta del capitalismo’. No ‘quería’ el capitalismo (muchos historiadores han concluido que en el ámbito de Ginebra Calvino más bien lo ha frenado y canalizado), sino que tomó en serio los nuevos fenómenos económicos. Calvino no inventó el capitalismo ni el comercio internacional. A partir del comienzo del siglo XIV (1300-1400) Ginebra ya había sido uno de centros comerciales más importantes del continente. Mucho tiempo antes de Calvino ya existe la práctica del crédito y del interés. La iglesia a veces lo prohibía (en gran parte en vano), otras veces lo toleraba para su ventaja propia. Calvino fue el primer teólogo que se daba cuenta del mecanismo moderno del mercado financiero y de la ética nueva que se precisaba frente a él. Por eso ha sido el teólogo más discutido entre los economistas.

Si en la actualidad Calvino sigue siendo de gran importancia para nuestro pensamiento económico y social, es por este principio de la renovación continua de la ética cristiana. No podemos basarnos en las circunstancias económicas de los tiempos bíblicos, ni en aquellas del tiempo de Calvino en Ginebra, sino que tendremos que aprender de su método teológico, que sigue siendo una fuerza renovadora para enfrentar los desafíos que nos plantea la contemporaneidad.

Al vislumbrar la modernidad económica (el sistema de mercado impersonal, abstracto y anónimo), Calvino es extremadamente actual. Nos enseña que la ética cristiana no se limita al ámbito individual (las cuestiones de la caridad personal, la sexualidad, el aborto, la homosexualidad, etc.). La gran diferencia entre la era precapitalista y la capitalista está en el anonimato de la economía moderna. La globalización ha conectado todos con todos; las relaciones económicas ya no son personales y locales como ha sido el caso en la economía bíblica y la economía tradicional. El semejante ya no es sólo el vecino del barrio, sino que se encuentra entre los hambrientos en otro continente. Tawney dice que la actitud de la iglesia puritana

‘descartaba una investigación crítica de las instituciones, y dejaba como esfera de la caridad solamente aquellas partes de la vida que podían ser reservadas para la filantropía, precisamente porque caían fuera de esa área mayor de las relaciones humanas normales, en las que los estímulos del interés propio proveían el motivo enteramente suficiente y la regla de conducta. Era, por lo tanto, en la esfera del socorro para los no combatientes y los heridos, y no inspirando al ejército principal, que la iglesia percibía que estuviera su tarea social. Las expresiones características de esto en el siglo XVIII eran la ayuda a los pobres, el cuidado de los enfermos y el establecimiento de escuelas. A pesar de la preocupación genuina, un poco de tono consolador, por el bienestar espiritual de las clases pobres, la cual inspiraba el reavivamiento evangélico, se dejaba el trabajo intelectual fundamental de la crítica y de la construcción a los racionalistas y los filántropos’ [Religion, p. 195/196].

‘Desde la expansión de las finanzas y del comercio internacional en el siglo XVI, esto era el problema que confrontaba la iglesia. Reconociendo que debería amar a mi prójimo como a mí mismo, las cuestiones que, bajo las condiciones modernas de organización a gran escala, quedan por solucionarse, son: ¿quién precisamente es mi prójimo? y ¿cómo acaso puedo efectuar ese amor a él en la práctica? La enseñanza religiosa convencional no ofrecía respuesta a esas preguntas, porque ni siquiera se había dado cuenta de que podían ser planteadas. Ella había tratado de moralizar las relaciones económicas, considerando cada transacción como un caso de conducta personal, implicando una responsabilidad personal. En una era de finanzas impersonales, mercados mundiales y una organización capitalista de las industrias, sus doctrinas sociales tradicionales no tenían nada específico para ofrecer y eran meramente repetidas; mientras, para ser efectivas, deberían haber sido concebidas nuevamente desde el comienzo y formuladas en términos nuevos y vivientes. (…) La ineficiencia de esas doctrinas preparó el camino para su abandono teorético’ [Ibíd., p. 187/188, cursivas mías].

La perspectiva del pobre

Aquí tenemos exactamente el método de Calvino. Hay que interpretar los signos de los tiempos. La perspectiva social en Calvino siempre es la suerte del pobre, excluido del bienestar económico reservado para los ricos. La ‘iglesia de los pobres’ de la teología de la liberación recibe un sentido muy profundo en Calvino. Considera a los pobres como aquellos que han de instruir a la dirección de la iglesia (con una referencia a Mateo 26, 11). Jesús, que va a ser sacrificado en la cruz, pero después resucitado y llevado al cielo, deja a sus discípulos con los pobres: ‘los pobres los tendrán siempre con ustedes’. Ellos se quedan aquí en la tierra, siendo los instructores de la iglesia.

La sociedad humana se encuentra en una profunda crisis económica. La crisis financiera está íntimamente relacionada con las crisis de la pobreza, de los alimentos y sus precios, del medio ambiente, del clima, del agua, de las materias primas, de la energía, de la salud, de la educación, del envejecimiento, y de la criminalidad económica. La ‘crisis financiera’ que ha azotado la economía mundial no es un fenómeno aislado. Los banqueros se exculpan diciendo que todo eso ha sido causado por el ‘sistema’. Según Calvino somos responsables precisamente por esa estructura de la sociedad. La construcción de una sociedad mejor es trabajo para la gloria de Dios. La iglesia y los cristianos no deben abandonar esta tarea. El sistema, las reglas, las normas y las leyes a que obedece el ‘sistema’, dice Calvino, no tienen la autoridad, a pesar de su realidad y su vigencia relativa. ‘Los que quieren cubrir sus vicios con las leyes, aumentan sus fallos al doble’ (Biéler, La pensée, p. 277). La Palabra se dirige a la conciencia.

Como dice Jung Mo Sung en su hermoso librito Simientes de esperanza. La fe en un mundo en crisis (2005, p. 31): ‘El confesar la fe en un Dios que, justo estando en el medio de su pueblo, transciende toda realidad histórica, es una forma de afirmar que todas las instituciones humanas, por más poderosas que sean, no son absolutas ni eternas: lo nuevo todavía puede y va a nacer’.


Referencias

André Biéler, La pensée économique et sociale de Calvin, Georg. Ginebra, 1961 (562 p.)
André Biéler, Calvin, prophète de l’ère industrielle, Labor et Fides, Ginebra, 1964 (74 p.)
Juan Calvino, Institución de la religión cristiana, Fundación Editorial de Literatura Reformada, Rijswijk, 1968, 2 tomos (1262 p.)
R. Hooykaas, Religion and the Rise of Modern Science, Scottish Academic Press, Londres/Edinburgo, 19773 (162 p.)
Jesús Larriba, Eclesiología y antropología en Calvino, Cristiandad, Madrid, 1975 (414 p.)
Jung Mo Sung, Sementes de Esperança. A fé em um mundo em crise, Editores Vozes, Petrópolis, 2005 (118 p.)
R.H. Tawney, Religión and the Rise of Capitalism, Pelican Book. Harmondsworth, 197711 (334 p.)

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