El Tiempo es de Dios

lunes, 19 de julio de 2010

Visión cristiana de la economía

PRIMEROS PRINCIPIOS DE LA ECONOMÍA BÍBLICA

1. Afirmamos que Dios creó libremente todas las cosas y tiene así el derecho y el poder para gobernar todas las cosas, espirituales y físicas, y que Él es el Dueño último de todas las cosas; que Dios exalta soberanamente a quien Él quiere y humilla a quien quiere; que todos los hombres son tenidos como responsables ante Dios en todas sus actividades; que Dios, por creación y por decreto, es el Autor único de muchos tipos de riqueza espiritual y material, particularmente de la existencia tanto del individuo como la corporativa, la existencia de materia prima, y la operación de leyes morales y físicas que gobiernan el universo físico y espiritual; y que Dios dispone soberanamente de estas cosas para Sus criaturas según Su voluntad (Salmo 24:1, 2; Juan 1:1-3).

Negamos que Satanás, los ángeles o la humanidad posean alguna autoridad, poder, o derecho de propiedad sobre cualquier aspecto de la creación aparte de la delegación de autoridad limitada por parte de Dios; que los hombres no sean responsables ante Dios en sus actividades económicas; y que todos los hombres tengan iguales derechos a porciones iguales de esas formas de riqueza de las que Dios es el único Autor.

2. Afirmamos que Dios es Verdad y que es la Fuente de toda verdad, y que la Biblia es el único canal inerrante e infalible por el cual Dios comunica la verdad – tanto teórica como por la mala fortuna de otro. Vea Herbert Schlossberg, Ídolos para la Destrucción, Nashville, Tn.: Thomas Nelson, 1983, pp. 51f, 55, 58, 70, 74, 78, 97, 106. práctica – al hombre; que en la Biblia Dios ha comunicado todas las verdades necesarias para la vida y la piedad, incluyendo los principios básicos para gobernar todos los aspectos de la vida humana; y que un sistema económico verdadero, consistente, justo y adecuado debe ser construido sobre la base de los principios Bíblicos (Hebreos 4:12; Salmo 119:142; Romanos 1:20; 2 Timoteo 3:16, 17).

Negamos que la Biblia yerre en cualquier cosa que enseñe; que sea inadecuada para las necesidades del hombre para la vida y la piedad; y que se pueda construir un sistema económico verdadero, consistente, justo y adecuado sin sumisión a los requerimientos autoritativos y moralmente obligatorios de la Biblia.

3. Afirmamos que el hombre es creado a la imagen de Dios (Génesis 1:26); que todos los hombres son investidos por Dios con igual valor a Su vista y quien no hace acepción de personas (Romanos 2:11); que el hombre es tanto espiritual como físico (Génesis 2:7); que es capaz de tomar decisiones morales y por lo tanto es moralmente responsable (Génesis 3:22); que todos los hombres son pecadores por naturaleza debido a la Caída de Adán (Romanos 5:12-19); y que cada individuo es único en cuerpo, temperamento (Salmo 139), carácter (Proverbios, passim), y dones espirituales (1 Corintios 12, 14; Efesios 4:11, 12).

Negamos que la igualdad moral de todos los hombres ante Dios implique que sean igualmente dotados en capacidad espiritual, intelectual y física; que los hombres sean capaces de perfección moral en esta vida; y que la vocación de uno (llamado) pueda ser descubierto apropiadamente sin entender su particularidad.

4. Afirmamos que todas las relaciones económicas debiesen ser gobernadas por la justicia; que justicia quiere decir darle a cada uno lo que es debido según un estándar correcto; que lo que es debido a cada uno se basa en su conducta relativa a los mandamientos de la Escritura y en su servicio a otros; y que los requerimientos primordiales de la justicia están revelados en los Diez Mandamientos y en las leyes morales, civiles y judiciales a lo largo de la Escritura que amplían y aplican el Decálogo (Levítico 19:15; Hechos 10:34; Mateo 25:14-29; Romanos 3:31; 13:7).

Negamos que a todos los hombres se les deban iguales salarios por su labor sin importar su conducta o función (1 Timoteo 5:9, 10); que a todos los hombres se les pueda requerir de manera justa el pensar o actuar de manera idéntica; que la justicia signifique igualdad de condición entre los hombres; que la justicia permita alguna vez una violación de cualquiera de los Diez Mandamientos; y que la justicia pueda ser maximizada en cualquier sociedad que ignore los principios morales de la Biblia.

5. Afirmamos que amor es el cumplimiento de la ley de Dios con relación a otros (Romanos 13:10); que siempre requiere obediencia a los Diez Mandamientos (Romanos 13:8-10); que amar al prójimo es la mejor manera de prevenir la injusticia; y que involucra tanto disciplina propia y la de otros, y la entrega voluntaria y sacrificial de uno mismo y de la propiedad de uno para el beneficio de otros (Juan 3:16; 1 Juan 3:16; Gálatas 2:20).

Negamos que el amor permita alguna vez una violación de los Diez Mandamientos (1 Corintios 13:6; Romanos 13:8-10); que el amor pueda ser forzado; y que los sacrificios hechos nada más por obligación, sin intención caritativa, demuestren amor (2 Corintios 8:12; 9:7).

RIQUEZA Y POBREZA

6. Afirmamos que la Biblia hace referencia a tres categorías económicas de personas: el "rico" (plousios), quienes son capaces de sostener totalmente sus estilos de vida por razón de sus inversiones en bienes de capital y en el trabajo de otros; los "pobres" (ptochos), o "carentes" (endees – Hechos 4:24, la única vez que sucede la palabra en el N.T.), a quien le faltan los bienes materiales necesarios para sustentar la vida (alimentos, vestido, y cualquiera que sea el albergue necesario para protegerse de los elementos – 1 Timoteo 6:8; Proverbios 30:8, 9) independientemente de los dones de caridad, y quien también carece de los medios para producir esos bienes para sí mismo (los ptochos a menudo son también los débiles o vulnerables [asthenes]; y todos aquellos que se hallan entre ambas categorías, quienes deben trabajar para mantenerse a sí mismos (penes).

Negamos que aquellos que posean los medios para su propio sustento y la libertad de usarlos4 sean "pobres" en un sentido Bíblico; que los materialmente ricos sean condenados en la Escritura meramente porque sean ricos; y que aquellos que deben trabajar para sostenerse a sí mismos sean materialmente "ricos" en el sentido Bíblico.

7. Afirmamos que la riqueza es material y no-material; que la economía Cristiana debe abordar ambos tipos de riqueza; que la riqueza no-material incluye (pero no se limita a esto) la vida, libertad, intelecto, ideas (especialmente el entendimiento de la Ley moral de Dios), las emociones, voluntad, tiempo, relaciones personales y la buena disposición; que la riqueza material incluye (pero no se limita a esto) la materia prima, el trabajo y los materiales manufacturados; que los varios tipos de riqueza son valorados de manera diferente en la Biblia y que deben ser valorados de manera diferente por parte de los hombres de acuerdo a sus personalidades y necesidades únicas; que el tipo más elevado de riqueza es una correcta relación con Dios; y que las riquezas, tanto material como nomaterial, son bendiciones de Dios relacionadas con Sus propósitos y con el grado de nuestra obediencia a Él (Deuteronomio 8, 28; Hebreos 11 indica que hay excepciones.)

Negamos que la riqueza sea solamente material; que la riqueza, tanto material como no material, deba ser buscada a expensas de una correcta relación con Dios; que todas las valoraciones humanas de la riqueza sean igualmente consistentes con las valoraciones de Dios; y que se debiera buscar la piedad con el propósito de obtener ganancia material (1 Timoteo 6:3-6).

8. Afirmamos que la riqueza, material y no-material, consiste de bienes económicos, que resultan de combinar los recursos naturales con la labor física y la creatividad mental; que los bienes económicos pueden incluir bienes materiales, servicios e ideas; que estos bienes económicos tienen valor solo en la medida en que satisfagan las necesidades humanas; y que su valor cambia de tiempo en tiempo a medida que cambian las necesidades humanas y el suministro de bienes.(4) Vea la negación # 15 más adelante.


Negamos que la cantidad de bienes materiales se halle fija por siempre en el tiempo; que la cantidad de recursos naturales disponibles para un individuo o grupo determine o limite su riqueza; que la creación de riqueza por parte de un individuo o grupo tenga que producirse a expensas de otros; que una forma de bien económico sea siempre superior a cualquier otra; y que el valor de los bienes económicos sea siempre permanente.

9. Afirmamos que al producir bienes económicos el hombre actúa individualmente y en coordinación con otros, al mismo tiempo que imita y obedece a Dios; que la riqueza consiste de bienes económicos creados por el trabajo y retenidos al posponer su consumo ("ahorro") y llenar las necesidades actuales de otros; que el trabajo se hace más eficiente y productivo por el uso prudente de tales artículos de capital como las ideas, las herramientas, las máquinas, los edificios y el transporte, que capacitan a los hombres a incrementar el volumen y a disminuirle los costos de producción; y que el trabajo es más productivo cuando se planea y se ejecuta de manera consistente con la cosmovisión Bíblica, lo que refleja fielmente los principios morales y físicos de Dios.

Negamos que el trabajo sea una maldición; que todos los hombres ejerzan diligencia y creatividad con igual perseverancia o efectividad; que el prudente sea siempre capaz de alcanzar sus metas o los mismos resultados de su labor dado que las condiciones naturales y otras fuerzas pueden dar como resultado frutos diferentes de esfuerzos similares debido a valores distintos en tiempos o ubicaciones diferentes; que el trabajo ejecutado consistentemente con las cosmovisiones no-Cristianas sea tan productivo como aquel ejecutado consistentemente con la cosmovisión Bíblica; y que sean injustas las diferencias económicas entre los hombres, resultado de cosmovisiones distintas o de productividades y recursos diferentes de individuos o grupos.

10. Afirmamos que la prosperidad resulta del uso prudente, por parte del hombre, de la tierra, el trabajo, el intelecto, los dones y recursos, consistente con los principios Bíblicos económicos de trabajo, ahorro, y provisión para la familia, la iglesia, el prójimo y la sociedad; que no hay verdadero disfrute del trabajo aparte de Dios (Proverbios 10:15; Salmo 1; Eclesiastés 2:24, 25).

Negamos que algún individuo o nación que opere de manera inconsistente con los principios Bíblicos vaya a prosperar en última instancia, aunque en este mundo lleno de pecado la pobreza y la riqueza materiales puede que no siempre se igualen ya sea con una incorrecta o con una correcta relación con Dios (Mateo 5:45); y que la seguridad pueda encontrarse en las posesiones materiales en lugar hallarse en Dios (1 Timoteo 6:17).

11. Afirmamos que la pobreza espiritual es la falta de una correcta relación con Dios, de conocimiento de los estándares morales de Dios, y de conocimiento y obediencia a los estándares morales de Dios; que la pobreza espiritual y material generalmente están relacionadas de forma causal; y que la pobreza material es la falta de tales bienes materiales que son necesarios para sostener la vida independientemente de los dones caritativos de otros (Santiago 4:2, 3; Deuteronomio 28:15ff).

Negamos que la pobreza material deba ser definida relativamente, i.e., en escalas basadas en proporciones de la riqueza total poseída por los individuos en una sociedad, y que aquellos puedan ser llamados "pobres" materialmente en el sentido Bíblico, quienes poseen lo que es necesario para sustentar la vida (alimentos, vestido y abrigo) independientemente de dones caritativos.(5)

12. Afirmamos que la causa raíz de toda pobreza – espiritual y material – es la Caída del hombre; que la pobreza material y espiritual puede ser producida y sustentada por el pecado y la opresión humana, y el juicio divino sobre el pecado; que por ende, históricamente, la pobreza es la condición ordinaria de la humanidad caída, que la pobreza causada y perpetuada por la opresión es injusta; que mientras menos consistente sea una cosmovisión con la cosmovisión Cristiana es más probable que se perpetúe la pobreza de aquellos que la creen; que la pobreza causada por los pecados propios de un individuo es justa; y que la Biblia y la observación confirman que la mayor parte de la pobreza se debe a la desobediencia a las leyes de Dios por parte de los individuos y sus sociedades (Deuteronomio 8:18; 28; Proverbios 24:30-34; 6:6-11; Romanos 1:18-31; Mateo 21:33-45; Job 1:21).

Negamos que la pobreza pueda ser entendida apropiadamente sin hacer referencia a la Caída del hombre; que los hombres tengan derecho a la riqueza solo debido a su existencia; que las causas de la pobreza individual o social puedan ser diagnosticadas apropiadamente, o las curas debidamente prescritas, sin referencia a las cosmovisiones religiosas; que toda pobreza sea el resultado de la opresión; y que la pobreza causada o perpetuada por la injusticia deba ser remediada por una nueva injusticia.

13. Afirmamos que la gente debiese vivir dentro de sus medios y no contraer deudas, lo que les agobia con los deseos del mundo y su amor por las posesiones materiales multiplicadas y el dinero; que la pobreza a menudo resulta de la irresponsabilidad financiera manifestada al contraer deudas innecesarias; que el interés sobre los préstamos para sostener al pobre está prohibido por la Escritura; que el interés en todos los otros préstamos debiesen reflejar el valor del dinero en el mercado crediticio tal y como está determinado por la oferta y la demanda; y que la Biblia advierte muy fuertemente en contra del incurrir en deudas como para llamarle a quien toma prestado un esclavo del prestamista (Proverbios 22:7; Romanos 13:8).

Negamos que toda deuda esté prohibida por la Escritura; que la deuda sea un medio sabio y prudente para cumplir los deseos; y que las elevadas tasas de interés, cuando reflejan la oferta y la demanda de dinero en el mercado, el riesgo de quien da en préstamo, o la inflación, sean usura.

14. Afirmamos que el nacimiento de nuevas personas debiese ser algo que se reciba con gozo y acción de gracias dado que portan la imagen de Dios y tienen la capacidad de enriquecer a otros tanto espiritual como materialmente; que no existe una relación causal consistente entre la densidad de la población o la tasa de crecimiento con el bienestar económico; y que la idea de una "sobrepoblación" planetaria es un mito, aunque la sobrepoblación local fuerza los límites de algunas economías locales (Salmo 127:3-5; Juan 16:21; Génesis 1:26ff). (5)

Negamos que las elevadas tasas de natalidad debiliten necesariamente las economías; que la cantidad de riqueza material en el mundo sea estática; que la elevada población necesite divisiones más pequeñas de la riqueza del mundo; que la tasa de población deba ser disminuida o detenida; que la inmigración, en tanto que el mercado de bienes y servicios permanezca libre, sea perjudicial para una economía o para los ciudadanos de la comunidad huésped; y que la capacidad de Dios para proveerle recursos a la población pueda ser colmada o sobrepasada.

EL TRABAJO

15. Afirmamos que el trabajo verdadero es el gasto productivo de energía – mental o físico – diseñado para producir resultados beneficiosos; que debido a que Dios es un Trabajador y que el hombre es creado a Su imagen, el hombre es un trabajador por naturaleza, llamado y mandamiento; que el trabajo expresa la imagen de Dios en el hombre; que los efectos de la Caída a menudo frustran las intenciones del hombre en el trabajo; y que el verdadero trabajo es dignificado a causa del ejemplo de Dios (Génesis 1 – 3; Éxodo 20:9; Proverbios 31).

Negamos que el verdadero trabajo sea el mero gasto de energía sin la intención de producir resultados beneficiosos; que cualquier trabajo honesto sea indigno (Proverbios 14:23; Salmo 62:12); que el trabajo sea una maldición; que el trabajo hecho sin ganas honre a Dios (Efesios 6:5, 6; Colosenses 3:23); y que los hombres o los gobiernos deban dificultar las oportunidades para que los hombres trabajen para mantenerse a sí mismos y a sus familias.

16. Afirmamos que las diferencias inherentes en los seres humanos resultan en diferencias en pensamiento y conducta; que Dios los llama a ocupaciones distintas; que difieren en capacidades y aptitudes productivas; que todos los que son capaces tienen la obligación de trabajar (Éxodo 20:9; 2 Tesalonicenses 3:10); que el dar caritativo es una forma de trabajo; que son justas las diferentes condiciones económicas que resultan de caracteres únicos, de pensamientos y conducta también únicos; y que las naciones y ciudades poseen capacidades y ventajas únicas así como el individuo (Gálatas 1:10; Proverbios, passim; 1 Timoteo 6:5-10; Tito 3:1).

Negamos que sean injustas las diferentes recompensas por llamados diferentes; que las recompensas económicas menores por cualquier llamado impliquen una menor dignidad y valor del individuo delante de Dios; que cualquiera tenga derecho a algún empleo particular a menos que él y el empleador hayan hecho un libre acuerdo con respecto a ese empleo; y que sea justa la nivelación por coacción de la condición económica de la sociedad, la cual resulta de las particularidades de los hombres.

17. Afirmamos que Dios hizo a los hombres y sociedades con capacidades, intereses y llamados únicos; dándose así una división del trabajo beneficiosa para la humanidad (Romanos 12:6, 7; 1 Corintios 4:7; 12:12ff).

Negamos que esta división del trabajo sea injusta.

18. Afirmamos que la dotación única de parte de Dios equipa a algunos individuos para organizar y dirigir mejor que otros el trabajo de los demás; que esta diferencia en equipamiento es beneficiosa para la humanidad y es un ejemplo especial de la división del trabajo; que los empleadores y los empleados, administradores y obreros, se necesitan los unos a los otros para incrementar sus capacidades productivas; que la competencia de los empleadores en busca de empleados y de los empleados en busca de empleos contribuye a la productividad eficiente, al mejoramiento de las condiciones de trabajo, y a una relación acertada entre salarios y trabajo; que los intercambios voluntarios entre los empleadores y los empleados son moralmente válidos cuando se hallan dentro de los límites establecidos en la ley moral de Dios; y que tanto los empleadores como los empleados entran de manera justa en estos intercambios esperando, cada uno de ellos, beneficios netos para sí mismos.

Negamos que exista un conflicto inherente entre los empleadores y los administradores por un lado, y los empleados por el otro; que el gobierno civil o alguien más debiese erigir barreras que inhiban la competencia entre empleadores y empleados más que la prohibición del fraude, al robo y la violencia, y castigar a aquellos que los cometan; que sea necesariamente injusticia o avaricia el desear obtener ganancia por las transacciones; y que la explotación esté involucrada en tales transacciones libres a menos que una parte requiera actos inmorales de parte de otros como uno de los términos de intercambio (e.g., favores sexuales, fraude, violencia, robo, etc.).

19. Afirmamos que en un sistema económico competitivo de libre mercado hay más cooperación que competencia para obtener fines económicos; que la competencia destructiva resulta principalmente por la interferencia en la economía de mercado por parte del gobierno civil, que hace que intereses especiales intenten usar el poder coercitivo del gobierno civil para su propio beneficio a expensas de otros; y que la competencia producida por el libre mercado es una competencia por suplir las demandas de la gente.

Negamos que la competencia producida por el mercado libre sea éticamente errónea; que el gobierno civil deba limitar tal competencia; y que el gobierno civil puede interferir en el mercado libre sin enfrentar a clase contra clase, grupo contra grupo, un interés especial contra otro interés especial, dañando de este modo la cooperación inherente en las acciones del mercado libre.

20. Afirmamos que cuando la Biblia condena al rico por retener los salarios (Santiago 5:4; Levítico 19:13) condena su disfrute de los beneficios de la labor de otros mientras posterga el pago; que los acuerdos entre empleadores y empleados debiesen ser abiertos, honestos y voluntarios, pero moralmente obligatorios una vez hechos puesto que ambas partes están obligadas con el estándar de hablar verdad y con el de entrar a tales transacciones esperando beneficios netos (Levítico 19:13); y que es moralmente consistente con los estándares Bíblicos de justicia el que un empleador sea más generoso con algunos empleados que con otros, en tanto que cumpla sus acuerdos con ellos (Mateo 20:1-16).

Negamos que la condenación del rico por parte de Dios por retener los salarios se refiera a salarios extremadamente bajos voluntariamente aceptados debido a la pobre habilidad, la escasez de empleos, o la necesidad de trabajar (Mateo 20:1-16); que Dios condene a cualquiera simplemente por la posesión de riqueza material; que los empleados sean explotados en las transacciones cuando han concordado voluntariamente en hacer un trabajo especificado por un cierto salario y se les paga de manera puntual, a menos que el empleador requiera actos inmorales como parte de los términos del intercambio; y que sea correcto intentar obtener riqueza a expensas de otros, particularmente de los pobres quienes a menudo se hallan indefensos.

21. Afirmamos que los diferentes deseos, necesidades, habilidades y conducta de las personas dan como resultado diferencias en sus capacidades productivas, de allí también el que merezcan recompensas diferentes.

Negamos que sean injustas las recompensas diferentes por labores diferentes.

LA PROPIEDAD

22. Afirmamos que el derecho de propiedad (material, intelectual, etc.) es una recompensa justa por el trabajo (Lucas 10:7; Deuteronomio 8:18); que el derecho legítimo de propiedad también conlleva el recibo de herencia o dones (Génesis 31:14-16; 48:6; Levítico 25:44-46; Números 18:21; Proverbios 13:22; Mateo 21:38); que el derecho de propiedad significa mayordomía de la propiedad bajo Dios; que la mayordomía quiere decir el uso de la propiedad de manera responsable ante Dios; que el hombre es responsable ante Dios por el uso de todos los tipos de riqueza, material y no-material, incluyendo los talentos, el tiempo, la tierra, el trabajo, los materiales, el conocimiento, las relaciones, y cualquier otro medio para producir, mantener y distribuir la riqueza; que la mayordomía responsable requiere conocimiento de los principios éticos de la Escritura; que la mayordomía es tanto individual como corporativa; que la mayordomía requiere la libertad responsable de pensar, hablar y comportarse según la conciencia de uno; y que la responsabilidad requiere la habilidad de controlar aquello por lo que uno es responsable.

Negamos que el concepto Cristiano de mayordomía niegue el derecho de propiedad privada y familiar; que la mayordomía pueda ser conducida sin el derecho de propiedad y la libertad; que los individuos y los grupos puedan ejercer la mayordomía de manera apropiada mientras se es coaccionado por el gobierno civil o por otros; y que la responsabilidad ante Dios requiera el mismo uso de la riqueza para toda la gente (Lucas 19:26; 8:18; Mateo 13:12; Marcos 4:25).

23. Afirmamos que los productos del trabajo pertenecen justamente a aquellos que los producen en proporción a sus contribuciones relativas en la producción por medio del capital, la administración y el trabajo; que diez por ciento del incremento de tales productos le pertenece a Dios como primeros frutos; que lo restante le es confiado al propietario, como mayordomo para Dios y para su familia; y que el propietario debiese ser libre, bajo Dios, de usar lo restante a través del ahorro, la inversión, el dar o el consumo, sujeto a las leyes morales de la Escritura y al régimen tributario apropiado (cf. # 34 más adelante).

Negamos que el valor de tales productos pueda ser medido de manera correcta únicamente sobre la base de la labor involucrada en su producción sin consideración del capital y la administración de los recursos humanos y naturales necesarios para la producción y la distribución eficientes y sin consideración al valor de libre mercado de tales productos.

24. Afirmamos que el requerimiento Bíblico de darle al Señor un diez por ciento del ingreso neto de uno (diezmo) sigue estando vigente bajo el Nuevo Pacto; que el Cristiano comprometido a edificar el Reino de Dios debiese ir más allá del diezmo en su dar al Señor en tanto que sea capaz; que el que siembra escasamente también cosechará escasamente; que el que siembra generosamente, también cosechará generosamente; que el dar Cristiano debiese hacerse de manera voluntaria en lugar de bajo coerción; y que Dios proveerá siempre todo lo que sus hijos necesiten si buscan primero Su Reino y justicia (2 Corintios 9:6-11; Mateo 6:33).

Negamos que Dios dejara de ordenar un diezmo de parte de Su pueblo con el advenimiento del Nuevo Pacto, y que la naturaleza voluntaria del dar Cristiano excuse la negativa a diezmar.

25. Afirmamos que la propiedad privada y la libertad personal (civil y religiosa) se hallan entrelazadas de manera tan profunda que la destrucción de una debe exigir o causar la destrucción de la otra.

Negamos que el pueblo y las personas que dependan para su sostenimiento del gobierno civil tengan toda la libertad que Dios ha propuesto para ellos.

26. Afirmamos que el concepto Bíblico del derecho de propiedad debe incluir el derecho de comprar, vender o comerciar la propiedad libremente dentro de los límites de las leyes morales de la Escritura;6 que el intercambio libre y honesto de ideas, bienes y servicios es un derecho básico de los seres humanos, en cuya atmósfera son capaces de alcanzarlo máximo de su trabajo; que la libertad de intercambio incluye el derecho a iniciar y cumplir contratos (Éxodo 20:15; Mateo 20:1-15; 2 Samuel 24:24); y que el derecho de propiedad implica la obligación de usar e intercambiar la propiedad de uno de maneras no perjudiciales para la vida, la salud, la libertad y la propiedad de otros.

Negamos que los intercambios bajo coerción de la propiedad (excepto la restitución o la penalidad forzadas por un crimen) sean justos; que el establecimiento obligatorio de precios o condiciones de intercambio sea algo justo; que el derecho a usar e intercambiar la propiedad de manera libre proteja los usos y el intercambio caracterizado por el fraude, el robo, la violencia o la amenaza de violencia, conspiración (un tipo de fraude), o perjuicio para la vida, la salud, la libertad y la propiedad de otros; y que alguno deba inhibir los intercambios libres de bienes y servicios en tanto que se trata de hacer cumplir leyes en contra del fraude, el robo, la violencia o la amenaza de violencia, conspiración y perjuicio para la vida, salud, libertad o propiedad de otros (Lucas 12:13-21, 48; Hechos 5:1-10).

VALOR, PRECIO Y DINERO

27. Afirmamos que una economía es mucho más productiva para todos los niveles de personas cuando la gente produce e intercambia libremente bienes, ideas y servicios a precios de su elección dentro de los límites de las leyes Bíblicas en contra del fraude, el robo y la violencia; que el precio justo de bienes, ideas y servicios es aquel en el cual la propiedad puede ser intercambiada libre y honestamente en el mercado; y que el precio de mercado libre de cualquier bien material es una función de la relación entre la oferta y la demanda (Proverbios 20:14; Levítico 19:9, 10; 23:22; Génesis 23:3-16; Proverbios 20:10).

Negamos que la planificación centralizada y otras interferencias coercitivas en la elección personal puedan incrementar la productividad de la sociedad;7 que el gobierno civil tenga autoridad para establecer el valor de la propiedad; y que la Biblia enseñe algún precio "justo" más que aquel que resulte de la interacción entre la oferta y la demanda en un mercado de personas libres (Oseas 7:1; 1 Reyes 21:1-16).

28. Afirmamos que la Caída dio como resultado una relativa escasez de riqueza; que Dios le ha dado al hombre talentos y habilidades que, usados en obediencia a las normas de Dios, incrementan la riqueza y los recursos utilizables; y que Dios usa la escasez de la riqueza y los recursos para refrenar la perversión del hombre.

Negamos que la cantidad de riqueza material sobre la Tierra pruebe alguna vez ser insuficiente, bajo la mano soberana de Dios, para las necesidades de la población que Dios permite, en tanto que la gente viva consistentemente con las leyes de Dios.

29. Afirmamos que el dinero es un medio por el cual intercambiar la propiedad y los servicios y por el cual se ordenan y comunican convenientemente las medidas de valor; que sirve como una reserva de valor en el ahorro para ser usado en el futuro; que como tal no debiese estar sujeto a la creación por decreto por parte de individuos o los gobiernos puesto que la creación por decreto del dinero devalúa la moneda en curso incrementando su suministro en lo relativo a la demanda, robándole así a la gente un monto igual al monto de la devaluación de su dinero; que para inhibir tal manufactura por decreto del dinero Dios proveyó misericordiosamente metales preciosos y escasos tales como el oro y la plata para ser usados como bases de sistemas monetarios; que por esa causa, el dinero, según los estándares Bíblicos, es un artículo representativo, con preferencia al oro y la plata; y que la Biblia demanda el uso de pesas y medidas justas en los asuntos monetarios (Deuteronomio 25:13-16; Isaías 1:22; Proverbios 8:19).

Negamos que cualquiera, incluyendo a los gobiernos civiles, deba confiscar la riqueza a través de la inflación monetaria (Amós 8:4-6; Isaías 1:22), y que la inflación monetaria esté justificada por el deseo de algún gobierno civil de reducir el desempleo.

ÓRDENES DE RESPONSABILIDAD

30. Afirmamos que Dios ha establecido órdenes de responsabilidad en las esferas económicas de la vida; que los individuos capaces tienen la primera responsabilidad de cuidar de sí mismos; que cualquiera que se rehúse a trabajar no debiera esperar ser alimentado por otros; que las familias tienen la responsabilidad de cuidar de aquellos miembros incapaces de cuidarse a sí mismos; que la Iglesia y otras organizaciones voluntarias tienen la responsabilidad de cuidar de aquellos que sean incapaces de cuidarse a sí mismos cuando no haya cuidado disponible de parte de sus familias; y que la renuncia a esta responsabilidad significa abandonar al pobre al estado y a otras instituciones, lo que invariablemente resulta en amenazas para la libertad y la propiedad (1 Timoteo 5; 2 Corintios 8-10; 1 Tesalonicenses 3).

Negamos que cualquiera que tenga la capacidad, pero se rehúse a trabajar, tenga el derecho justo de ser sostenido financieramente por otros; que aquellos incapaces de trabajar no debiesen ver como sus necesidades son cubiertas por sus familias y, de ser necesario, por la Iglesia u otras organizaciones voluntarias; que los miembros de la familia cumplan sus responsabilidades para con Dios si se rehúsan a proveer lo mejor de sus habilidades para las necesidades de su familia; y que el gobierno civil reciba el mandamiento de Dios de proveer para las necesidades económicas de alguien aparte de hacer valer las leyes en contra del fraude, el robo y la violencia, y pagándole a sus empleados y contratistas.

31. Afirmamos que la primera responsabilidad de la Iglesia es cuidar de los pobres que sean miembros del Cuerpo de Cristo, y que su segunda responsabilidad es para con aquellos fuera del Cuerpo de Cristo (Gálatas 6:10).

Negamos que la responsabilidad de la Iglesia de cuidar del pobre dentro del Cuerpo de Cristo reemplace su responsabilidad de hacer discípulos a los creyentes, y que su responsabilidad de cuidar al pobre fuera del Cuerpo de Cristo reemplace su responsabilidad de predicar el evangelio.

EL GOBIERNO CIVIL Y LA ECONOMÍA

32. Afirmamos que la principal responsabilidad del gobierno civil en la esfera económica de la vida es disuadir y castigar las violaciones y perjuicios a la vida, la libertad y la propiedad, y proteger, por medio de hacer valer la ley, el derecho de propiedad y el intercambio de ella, del fraude, el robo, la violencia y la conspiración (Romanos 13:1-7).

Negamos que el gobierno civil deba controlar o limitar los intercambios de propiedad entre los hombres más que en la medida necesaria para prevenir el fraude, el robo, la violencia y la conspiración; que Dios desee que el gobierno civil redistribuya la propiedad tomándola del rico para darla al pobre; que cualquier redistribución de ese tipo sea consistente ya sea con la justicia o el amor; y que cualquier perjuicio a la vida, la libertad o la propiedad deba quedarse sin castigo por parte del gobierno civil.

33. Afirmamos que es responsabilidad del gobierno civil proteger los derechos de propiedad de los ciudadanos en lugar de proteger el valor de la propiedad y que el gobierno civil tiene la autoridad de brindar protección en contra de amenazas específicas a la vida, la salud, la libertad y la propiedad, pero no de proteger el valor de la propiedad como tal.

Negamos que a persona alguna se le deba permitir infringir los derechos y libertades de otros, o usar al gobierno civil para hacerlo, con el propósito de mantener el valor de su propiedad.


34. Afirmamos que las funciones ordenadas por Dios del gobierno civil – el hacer valer la ley, la defensa, el poder judicial, y las funciones tales que sean necesarias para llevar a cabo estas responsabilidades – debiesen ser financiadas por medio de un sistema de impuestos a sus ciudadanos en una tasa uniforme y por cuotas fijas uniformes para el usuario de los servicios.

Negamos que el sistema de impuestos cuyo objetivo sea redistribuir la riqueza sea justo, y que una política tributaria a los ciudadanos en porcentajes diferentes de ingreso ("impuesto escalonado al ingreso") sea justa.

AYUDANDO A LOS POBRES

35. Afirmamos que el primer paso para ayudar al pobre es hacer respetar la justicia en la sociedad civil garantizando que la vida, la libertad y la propiedad de cada ciudadano sean protegidas por el gobierno civil y por la disciplina moral de la sociedad, porque en tal estado la gente se halla en libertad de alcanzar la máxima capacidad de sus propias habilidades al producir e intercambiar libremente bienes, ideas y servicios con otros para llenar sus propias necesidades y las de otros.

Negamos que la justicia para el pobre incluya la recepción de propiedad tomada por la fuerza a otros o la imposición de algún grado de igualdad económica entre los ciudadanos; que la redistribución impuesta de la riqueza sea el ejercicio de la justicia social; y que las leyes de los años Sabático y de Jubileo del Antiguo Testamento tuvieran como parte de su propósito el mantenimiento de algún grado de igualdad económica entre el pueblo de Dios.

36. Afirmamos que el dar caritativo y sacrificial es ordenado por Dios como una expresión de amor para ayudar al pobre; que para ser verdaderamente caritativos, el dar debe ser voluntario y consistente con lo que uno tiene, no con lo que no tiene; que el "dar" bajo coerción o manipulación no es dar en lo absoluto sino robo o fraude por parte de aquellos que ejercen coerción o lo manipulan, y por lo tanto es contrario a la justicia y al amor; que el dar caritativo debiese ser cuidadosamente planeado y llevado a cabo para producir el mayor beneficio a sus recipientes; y que el alivio material para el pobre debiese siempre ir acompañado del ministerio espiritual (2 Corintios 8; 9).

Negamos que el dar verdaderamente caritativo pueda jamás ser forzado, y por lo tanto, que el gobierno civil pueda jamás tener parte en el dar verdaderamente caritativo; que el dar caritativo deba ser conducido de tal manera que niegue o desaliente la responsabilidad personal por parte de los recipientes o que reduzca el incentivo para desarrollar un conocimiento y una conducta productivos; y que el dar caritativo de alivio material sin ministerio espiritual cubra verdaderamente las necesidades del pobre.

37. Afirmamos que los receptores apropiados del dar caritativo son aquellos que son incapaces de proveer para sus propias necesidades (los ptochos).

Negamos que aquellos que sean capaces, pero que no tengan la disposición de llenar sus propias necesidades, tengan algún derecho justo de reclamar dones caritativos.


38. Afirmamos que las responsabilidades de caridad para con otros creyentes tienen prioridad sobre otras actividades caritativas, y que en emergencias a las familias Cristianas se les pide, por parte de Dios, que den a través de la Iglesia más allá del diezmo, pero de manera proporcional a sus activos, de manera que otros Cristianos puedan ser aliviados de su gran escasez (2 Corintios 8:14).

Negamos que el uso de la palabra "igualdad" en 2 Corintios 8 requiera igualdad en el derecho de propiedad de la riqueza entre los Cristianos.

39. Afirmamos que, debido a que las cosmovisiones, valores y conductas no-Bíblicas (todos efectos de la Caída) son las causas primarias de la pobreza, el medio primordial para vencer la pobreza material y espiritual es el evangelismo seguido del discipulado para establecer una creencia, un pensamiento y una conducta consistentes con la cosmovisión, valores y conducta Cristiana entre los creyentes y en la sociedad (Josué 1:8; Proverbios 21:5; Salmo 92:12).

Negamos que pueda alcanzarse la liberación a largo plazo de la pobreza aparte de renovar la sociedad de acuerdo al evangelio, cosmovisión, valores y conducta Cristiana.

40. Afirmamos que el verdadero discipulado incluye instrucción en las doctrinas y la ética básicas Cristianas, en la cosmovisión y valores Cristianos, y en la práctica Cristiana, y que entre los valores que han de ser enseñados en el discipulado se hallan la justicia, el amor, los hábitos de auto-disciplina que conducen a la prosperidad material y espiritual por medio del uso de los medios de gracia (la Palabra, los sacramentos, la oración, el consejo del Cuerpo de Cristo), y los medios de la prosperidad material (la planificación, el trabajo, la cooperación, el libre intercambio, el ahorro, la herencia, etc.).

Negamos que el verdadero discipulado sea nada más enseñar doctrina, piedad interna o las prácticas Cristianas elementales tales como la oración, el estudio de la Biblia, el testificar y el compañerismo, aunque siempre debe incluir estos.

41. Afirmamos que un elemento clave del discipulado económico es enseñarles a los Cristianos las lecciones de Efesios 4:28; que el antes pagano convertido a Cristo (a) ya no debe robar, sino (b) debe trabajar, (c) haciendo algo útil a través de su labor, para que (d) pueda tener algo que compartir con aquellos que estén en necesidad.

Negamos que a alguna persona convertida a Cristo se le deba permitir permanecer sin hacer nada, ocioso e improductivo, o continuar en una vida de indolencia y robo.

42. Afirmamos que una economía de libre mercado es la aproximación más cercana en este mundo caído al sistema de economía revelado en la Biblia; que es el resultado de la naturaleza del hombre dada por Dios; y que, de todas las economías conocidas por el hombre, es la más propicia para producir una sociedad libre, justa, estable, pacífica y próspera para todos sus participantes.

Negamos que el comunismo, el socialismo, el intervensionismo, el igualitarismo económico y la teología de liberación sean Bíblicos; que produzcan buenos resultados para el pobre; que tiendan hacia sociedades más pacíficas; que respeten los derechos del hombre a la libertad y la propiedad dados por el hombre; y que sean opciones morales Bíblicamente apropiadas para los Cristianos.

Un Llamado a la Acción en la Economía

ACCIONES GENERALES

Debido a las convicciones anteriores, llamamos a todos los hombres y mujeres que profesan a Cristo como su Señor y Salvador personal a unirse a nosotros en:

1. Examinar con seriedad estas afirmaciones y negaciones a la luz de la Palabra de Dios para ver si son ciertas, e informarnos directamente de aquellos puntos en los cuales crean que nos hemos apartado de la Escritura o la lógica;

2. Reexaminar nuestras propias teorías y prácticas económicas y pedirle a Dios que nos muestre dónde estamos fallando;

3. Arrepentirnos de todos los pecados conocidos, confesándolos y abandonándolos, pidiéndole perdón tanto a Dios como a todos aquellos a quienes hayamos ofendido, y luego hacer toda la restitución posible;

4. Orar pidiéndole a Dios que llene a todo Su pueblo con el poder capacitador del Espíritu Santo para que podamos traer nuestras vidas personales y nuestra economía y práctica a una conformidad más cercana a Su voluntad revelada sobre una base permanente y consistente;

5. Buscar orientación de nuestros hermanos y de las autoridades de la iglesia local en cuanto a como podemos respaldarnos mutuamente e influenciarnos los unos a los otros para hacer que nuestras prácticas económicas glorifiquen a Dios.

Habiendo tratado con nuestros propios pecados y fracasos personales, y habiéndonos colocado a nosotros mismos como responsables ante la Biblia y ante los hermanos, ahora nos comprometemos a:

1. Influenciar a cualquier Cristiano conocido o asociaciones Cristianas con las cuales trabajamos a que consideren seriamente nuestras afirmaciones y negaciones con el objetivo de tomar en cuenta sus respuestas;

2. Influenciar a aquellos en el campo de la economía y que concuerden con nuestras afirmaciones y negaciones para que implementen estas propuestas en su trabajo;

3. Movilizar y establecer redes con nuestros recursos Cristianos y trabajar en concierto con otras esferas profesionales tanto dentro como fuera de la Coalición para el Avivamiento, para ver que la percepción y conciencia pública de la economía y la conducta del Cuerpo de Cristo, de la comunidad económica y de nuestra nación cambien para aproximarse más cercanamente a la visión de la realidad y la moralidad que nos es presentada en las Sagradas Escrituras.

ESPECIFICACIONES

METAS

Para estos fines, nos comprometemos con las siguientes metas:

1. Recuperar las perspectivas Bíblicas sobre los valores que subyacen al correcto entendimiento de las relaciones económicas entre los hombres;

2. Entender la justicia, los derechos y las responsabilidades; el amor, la compasión y la caridad; la producción, distribución y consumo; el trabajo, el capital y el valor – todos tal y como Dios los decreta y define y cómo Él revela la verdad acerca de ellos en Su Palabra;

3. Llamar a nuestra sociedad al arrepentimiento por los actos destructivos que realiza contra la vida, la libertad, la propiedad, la familia, la comunidad y la posteridad al colocar todas sus expectativas de protección en el gobierno civil;

4. Proclamar al mundo, y trabajar para establecer, un orden económico que concuerde con las enseñanzas de la Escritura;

5. Hacer un llamado a producir, y trabajar para establecer, un orden que reconozca las conexiones integrales entre el trabajo y la recompensa, entre la propiedad y la libertad, entre la justicia y la desigualdad, entre el amor y el dar caritativo, y entre la pecaminosidad del hombre y la importancia de la libertad individual en una sociedad con un gobierno civil estrictamente limitado;

6. Ayudar a las iglesias a identificar organizaciones caritativas que funcionen sobre la base de la economía Bíblica y aquellas que no lo hagan, para que puedan incrementar su respaldo a las primeras y descontinuar su respaldo a las últimas;

7. Trabajar para restaurarles a las personas apropiadas la responsabilidad de las necesidades físicas de todos los miembros de la sociedad, de acuerdo a los tres niveles de tal responsabilidad revelados en la Escritura: el individuo, la familia, la Iglesia y otras asociaciones voluntarias. Aquel que no quiera trabajar que tampoco coma (1 Tesalonicenses 3:10). El que rehúse cuidar de su propia familia ha negado la fe y es peor que un incrédulo (1 Timoteo 5:8). Y que la Iglesia que no cuide del pobre, particularmente a aquellos entre su propia gente, desobedece el mandamiento explícito de Dios (Gálatas 6:10).

8. Recordarles a los individuos y a la sociedad por igual del principio incorporado de la responsabilidad mutua que gobierna el mundo moral y físico: "No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe" (Gálatas 6:7-10).

PASOS CONCRETOS

Para alcanzar estas metas, nos comprometemos a dar los siguientes pasos:

1. Ejemplificar la mayordomía y la caridad en nuestras propias vidas;

2. Buscar posiciones en las misiones y comités de benevolencia de nuestras iglesias con el objetivo de guiarles de acuerdo a los principios en este documento;

3. Influenciar nuestras iglesias para que apoyen la economía Bíblica y las organizaciones que la enseñen y la practiquen;

4. Enseñar cursos en las iglesias sobre economía Bíblica;

5. Difundir este documento tan ampliamente como podamos entre nuestros conocidos, en las iglesias y entre los economistas profesionales y otros con interés especial en la economía;

6. Preparar una versión anotada de este documento con referencias a literatura erudita que respalde sus varias proposiciones y una bibliografía de lecturas recomendadas para laicos y especialistas en economía;

7. Escribir un libro basado en este documento que explique y defienda cada afirmación y negación con detenimiento a partir de la Escritura, la historia, la razón y la experiencia moderna;

8. Fundar una Sociedad Americana para la Ética Económica como foro para la discusión, desarrollo, aplicación y diseminación de los principios Bíblicos de la economía;

9. Celebrar una conferencia nacional sobre economía Cristiana en los próximos dos años;

10. Fundar un boletín informativo mensual que describa y defienda los principios éticos y la comprensión práctica en la economía presentados en este documento y revelados en la Escritura;

11. Cabildear en el Congreso y en las legislaturas estatales, en parte a través de la Sociedad Americana para la Ética Económica, para promulgar leyes consistentes con los principios Bíblicos de la economía y para revocar leyes inconsistentes con estos principios;

12. Oponerse públicamente a sistemas antibíblicos tales como el comunismo, el socialismo, el intervensionismo, el igualitarismo económico y la teología de liberación a través de medios tales como cartas a los editores de publicaciones, artículos de opinión en los periódicos, y presentaciones orales ante los cuerpos legislativos y políticos;

13. Hacer esfuerzos especiales y enfocados a disminuir la influencia del así llamado "socialismo Cristiano," "el estilo de vida simple,"Cristianos y no-Cristianos.

14. Oponernos a la economía antibíblica en la Sociedad Teológica Evangélica, la Sociedad Filosófica Evangélica, el Compañerismo de Estudiantes de Teología, y otras organizaciones de eruditos Cristianos a través de escritos originales, refutaciones, y la confrontación cara a cara y cariñosa con aquellos que representan tales ideas durante las reuniones de las organizaciones;

15. Preparar y publicar respuestas sólidas y conciliatorias a las publicaciones Cristianas que promocionan sistemas económicos antibíblicos.

sábado, 3 de julio de 2010

Seguir a Cristo

El llamado de Jesucristo siempre fue: sígueme

Exigió siempre un abandono previo

Este llamado nunca ha cambiado

El que no abandona nada, no puede ser discípulo

El discipulado es renunciación

Es alejamiento definitivo de todo aquello que es malo

Es decirle no a toda componenda

A toda barrera que impida seguir a Cristo



Seguir a Cristo es decirle no al yo

Crucificar cada día la voluntad

Realizar una entrega absoluta y vigorosa

Tener una intima y profunda relación



Seguir a Cristo es darle el primer lugar

Confesar su nombre públicamente

Olvidarse de uno mismo y seguirle

Sin demora y sin reserva


Terminología Epistemológica


Por Cornelius Van Til

REVELACIÓN

Según la Escritura, Dios ha creado el “universo.” Dios ha creado el tiempo y el espacio. Dios ha creado todos los “hechos” de la ciencia. Dios ha creado la mente humana. En esta mente humana Dios ha establecido las leyes del pensamiento de acuerdo a las cuales ha de operar. En los hechos de la ciencia Dios ha establecido las leyes del ser de acuerdo a las

cuales funcionan. En otras palabras, la impresión del plan de Dios se halla sobre toda su creación.

Podemos caracterizar toda esta situación diciendo que la creación de Dios es una revelación de Dios. Dios se reveló a sí mismo en la naturaleza y Dios también se reveló a Sí mismo en la mente del hombre. De modo que es imposible para la mente del hombre funcionar excepto en una atmósfera de revelación. Y todo pensamiento del hombre, cuando ha funcionado normalmente en esta atmósfera de revelación, expresará la verdad tal y como ha sido establecida en la creación por Dios. Por lo tanto, podemos llamar a una epistemología Cristiana una epistemología revelacional.


ANÁLISIS Y SÍNTESIS

Debemos ahora buscar definir esta epistemología revelacional de manera más cercana relacionándola aún más definidamente con la concepción de aquel que da la revelación. La pregunta sobremanera importante es, ¿Qué tipo de Dios se revela a Sí mismo? Los pensadores panteístas también hablan de Dios revelándose a Sí mismo, y por lo tanto, también pudieran hablar de una epistemología revelacional si lo desearan. Pero, por causa de la claridad, el término revelación debiese en realidad estar reservado para el pensamiento bíblico. De acuerdo a esta visión Dios ha sido, y es, eternamente auto-consciente. No hay sombra de ignorancia o de oscuridad en Él.


CORRESPONDENCIA

Es este concepto de un Dios completamente auto-consciente el que es sumamente importante en epistemología. Esto es inmediatamente obvio a partir de las implicaciones de tal concepto para el hecho del conocimiento humano.

El verdadero conocimiento humano se corresponde con el conocimiento que Dios tiene de sí mismo y del mundo. Suponga que soy un científico investigando la vida y costumbres de una vaca. ¿Qué es esta vaca? Digo que es un animal. Pero esto solamente nos trae de regreso a la pregunta. ¿Qué es un animal? Para responder esa pregunta debo saber qué es la vida. Pero, una vez más, para saber qué es la vida debo saber cómo ésta se relaciona con el mundo inorgánico. Y así, puede que continúe, y así debo hacerlo, hasta alcanzar los límites del universo. Y aún cuando haya alcanzado las fronteras del universo todavía no sé qué es la vaca. El conocimiento completo de qué es una vaca puede ser poseído solo por una inteligencia absoluta, i.e., por uno que tiene, por así decir, el bosquejo de todo el universo.

Pero no se deriva, a partir de esto, que el conocimiento que yo tengo de la vaca no sea verdadero hasta ese momento. Es verdadero si se corresponde con el conocimiento que Dios tiene de la vaca.

A partir de esta presentación del tema, está claro que lo que queremos dar a entender con el término correspondencia no es lo que a menudo se quiere dar a entender con él en la literatura epistemológica. En la literatura sobre el tema, correspondencia generalmente significa una correspondencia entre la idea que tengo en mi mente y el “objeto que está allá afuera.” Esta era la única cuestión en disputa en la batalla entre los “realistas” y los “idealistas subjetivos.” No estaban interesados en el asunto más allá de nuestras mentes, i.e., el si Dios debía ser tomado en cuenta en la correspondencia. Podemos llamar a nuestra posición en epistemología una Teoría de la Correspondencia de la Verdad, si solo tenemos en mente que está opuesta a lo que históricamente se ha conocido con ese nombre.


COHERENCIA

En oposición a la teoría histórica de la correspondencia de la verdad se erigió en la tradición de Kant-Hegel la así llamada Teoría de la Coherencia de la Verdad. Los idealistas argumentaban de la manera en que nosotros hemos argumentado antes con respecto a la vaca. Decían que el verdadero conocimiento no puede obtenerse por una mera correspondencia de una idea de la mente con un objeto existente aparte de la mente. La mente y el objeto del cual busca conocimiento son partes de un gran sistema de realidad y uno debe tener conocimiento de la totalidad de esta realidad antes que uno tenga conocimiento de alguna de sus partes. Por consiguiente, los Idealistas decían que lo que realmente contaba en el conocimiento era la coherencia de cualquier hecho con todos los otros hechos. Conocer el lugar de un hecho en el universo como un todo es tener verdadero conocimiento. Esta posición, como veremos plenamente más tarde, se aproxima, en forma, a aquello que seguimos en nuestra posición. No obstante, es solamente en forma que se aproxima a nuestra posición. Que esto es verdad se puede ver a partir del hecho determinante de que el Absoluto, al cual el idealista busca relacionar todo conocimiento, no es el Dios completamente auto-consciente del Cristianismo. No podemos probar este punto aquí. Solamente lo enunciamos aquí como nuestra convicción con el objeto de aclarar el terreno. El Absoluto del idealismo, creemos, no es en realidad un absoluto porque existe como meramente correlativo al mundo del espacio-tiempo. Por consiguiente, hay nuevos hechos que surgen para él lo mismo que para nosotros. Dios se convierte en un primus inter

pares, un Uno entre otros. No puede ser ya más el estándar del conocimiento humano.

Es nuestra convicción que solamente el Cristiano puede obtener una coherencia real en su pensamiento. Si todos nuestros pensamientos con respecto a los hechos del universo se hallan en correspondencia con las ideas de Dios con respecto a estos hechos, entonces habrá coherencia, de manera natural, en nuestro pensamiento porque existe una coherencia completa en el pensamiento de Dios. Por otro lado, sostenemos que la teoría idealista de la coherencia de la verdad no puede conducir a la coherencia porque omite la fuente de toda coherencia, a saber, Dios.

En un sentido, sería bueno para nosotros llamarle a nuestra posición la Teoría de Coherencia de la Verdad porque afirmamos tener verdadera coherencia. Ya sea que llamemos a nuestra posición teoría de correspondencia o que la llamemos una teoría de coherencia, tenemos, en cada caso, que distinguirla agudamente de las teorías que históricamente han tenido esos nombres. En consecuencia, el factor determinante debe ser una consideración de aquello que es lo más fundamental en nuestra teoría de correspondencia o de coherencia. Ahora, esto depende de la cuestión de si tenemos el conocimiento de Dios en la mente primero que todo, o si comenzamos con el conocimiento humano. Para Dios, la coherencia es el término que viene primero. Hubo coherencia en el plan de Dios antes que hubiese cualquier hecho de espacio-tiempo con el cual pudiera corresponderse su conocimiento, o que pudiera corresponderse a su conocimiento. Por otro

lado, cuando pensamos en el conocimiento humano, la correspondencia es de importancia primordial. Si ha de haber una verdadera coherencia en nuestro conocimiento debe haber correspondencia entre nuestras ideas de los hechos y las ideas de Dios de estos hechos. O más bien, debiésemos decir que nuestras ideas se deben corresponder con las ideas de Dios.

Ahora, puesto que estamos tratando con oponentes que hablan del conocimiento humano casi de manera exclusiva, quizá podamos mejor resaltar la particularidad de nuestra posición llamándola la Teoría de la Correspondencia de la Verdad. Una razón adicional para esta decisión es que, al presente, la antigua teoría de la correspondencia casi se ha desvanecido, dejando a la teoría de coherencia en control del campo. De modo que, tenemos la ventaja de un nombre diferente al nombre actual, dado que estamos interesados en aclarar que en verdad tenemos una teoría diferente a la teoría en boga.


OBJETIVIDAD

Otro término que necesita una descripción antes de poder proceder con nuestra evaluación histórica es el término “objetividad.” En lenguaje ordinario entendemos por “objeto” cualquier cosa que existe “allá afuera,” es decir, independientemente de la mente humana. Luego afirmamos tener un conocimiento objetivo de algo si la idea que tenemos en nuestras mentes de esa cosa se corresponde con la cosa tal y como existe independientemente de la mente. Podemos tener ideas falsas con respecto a una cosa. En ese caso decimos que es solamente subjetivo o que no se corresponde con la realidad. La controversia entre Berkeley y sus oponentes giraba en torno al punto sobre si hay o no objetos “allá afuera” a los cuales se corresponde nuestro conocimiento. Berkeley decía que ser es ser percibido. Por lo tanto, decía que todo conocimiento es solamente subjetivo. Sus oponentes sostenían lo contrario. Se dice que Johnson trató de refutar a Berkeley dando

puntapiés a una piedra.

La teoría de la coherencia de la verdad implicaba una nueva concepción de la objetividad. Para ella, la objetividad ya no era la correspondencia de una idea a un cierto objeto supuesto a existir en total independencia de la mente. Para ella, la objetividad quería decir una referencia significativa a todo el sistema de verdad. Uno tendría una idea verdadera de una vaca no por tener una réplica de la vaca en la mente de uno, sino por entender el lugar de la vaca en el universo.

Ahora, se entenderá fácilmente que, en lo que tiene que ver con la forma de la materia, la concepción Cristiana de la objetividad se halla más cercana a la última que a la primera posición. Para nosotros también la cuestión primordial no es la naturaleza totalmente otra de la vaca. Lo que nos interesa principalmente es que nuestra idea de la vaca se corresponda con la idea que Dios tiene de la vaca. Si no es así, nuestro conocimiento es falso y puede ser llamado subjetivo. Pero debiese notarse la diferencia exacta entre la concepción idealista de la objetividad y la nuestra. La diferencia se halla justo aquí, que para el idealista, el sistema de referencia se encuentra en el Universo inclusivo de Dios y el hombre, mientras que para nosotros, el punto de referencia se encuentra sólo en Dios.

Por lo tanto, cuando examinamos las varias visiones epistemológicas con respecto a su “objetividad,” estamos interesados mayormente en saber si estas visiones han buscado el conocimiento de un objeto colocándolo en su correcta relación con el Dios auto-consciente.

Los otros asuntos son lo suficientemente interesantes de por sí pero no son, comparativamente hablando, de gran importancia. Incluso si uno no estuviera ansioso respecto a la verdad del asunto, todavía debiese ser claro para él de que no puede haber una cuestión más fundamental en la epistemología que la cuestión de si los hechos pueden o no ser conocidos sin referencia a Dios. Suponga, por causa del argumento, que existe tal Dios.

Y ciertamente, cualquiera debiese estar dispuesto a aceptar la posibilidad de ello, a menos que haya probado la imposibilidad de la existencia de Dios. Suponga entonces la existencia de Dios. Entonces sería un hecho que todo hecho sería verdaderamente conocido solamente con referencia a Él. Si entonces uno no colocara un hecho en relación con Dios, estaría en error con respecto al hecho bajo investigación. O suponga que uno comenzaría sus investigaciones como científico, sin ni siquiera preguntarse si es necesario o no hacer referencia a tal Dios en sus investigaciones, tal persona estaría en una ignorancia constante y fundamental desde el principio. Y esta ignorancia sería una ignorancia culpable, puesto que es Dios quien le da vida y todas las cosas buenas. Debiese ser obvio entonces que uno debiese resolver para sí mismo estas cuestiones epistemológicas de lo más fundamental, el si Dios existe o no. Cristo dice que, como el Hijo de Dios, él vendrá a juzgar y condenar a todos aquellos que no hayan llegado al Padre a través de Él.


MÉTODO

Finalmente, debemos discutir la cuestión del método. En esta etapa solo estamos interesados en ver qué tipo de método de investigación está implicado en el Cristianismo. Desde el comienzo se debiese observar claramente que todo sistema de pensamiento necesariamente tiene un cierto método que le es propio. Generalmente este hecho es pasado por alto. Se da por sentado que todos comienzan de la misma manera con un examen de los hechos, y que las diferencias entre los sistemas surgen únicamente como resultado de tales investigaciones. Sin embargo, éste no es realmente el caso. No podría ser en verdad el caso. En primer lugar, este no podría ser el caso con un Cristiano. Su hecho fundamental y determinante es el hecho de la existencia de Dios. Esa es su conclusión final. Pero ese debe ser también su punto de partida. Si el Cristiano está en lo correcto en su conclusión final

con respecto a Dios, entonces ni siquiera entraría en contacto con ningún hecho a menos que fuese a través del medio de Dios. Y dado que el hombre, a través de la caída en Adán, llegó a ser un pecador, el hombre no puede conocer, y por lo tanto, amar a Dios excepto a través de Cristo el Mediador. Y es solo en la Escritura que aprende acerca de este Mediador. La Escritura es la Palabra de Cristo, el Hijo de Dios e Hijo del hombre. Ningún pecador conoce nada verdaderamente excepto que conozca a Cristo, y nadie conoce a Cristo verdaderamente a menos que el Espíritu Santo, el Espíritu enviado por el Padre y el Hijo, le regenere. Si todas las cosas deben ser vistas “en Dios” para ser vistas verdaderamente, uno podría ver por siempre en todas partes sin ver jamás un hecho tal y como es realmente. Si debo ver a través de un telescopio para ver una estrella distante, no puedo primero mirar la estrella para ver si existe un telescopio a través del cual pueda verlo. Si debo mirar a través de un microscopio para ver un germen, no puedo primero ver el germen con el ojo desnudo para ver si hay un microscopio a través del cual pueda verlo. Si fuese una cuestión de ver algo a simple vista y ver el mismo objeto más claramente a través de un telescopio o de un microscopio, el asunto sería diferente. Puede que veamos un paisaje débilmente a simple vista y luego mirarlo a través de un telescopio y verlo más claramente. Pero tal no es el caso con la posición Cristiana. De acuerdo a ella, nada en lo absoluto puede ser conocido verdaderamente con respecto a cualquier hecho a menos que sea conocido a través y por medio de, el conocimiento de Dios que el hombre tiene. Pero si se aceptara de buena gana que el Cristiano comienza con parcialidad, no se aceptaría tan de buena gana que sus oponentes también comienzan con parcialidad. Y no obstante, este no es menos el caso. Y la razón para esto es realmente la misma como la que se dio antes en el caso del Cristiano. Podemos una vez ilustrar esto con nuestra analogía del telescopio. Él se mantiene firme en su convicción de que hay algunos hechos que puede saber verdaderamente sin mirar a través de un telescopio. Esto se implica en la idea misma de comenzar a ver si existe un Dios. Esta persona observará que incluso decir que hay algunos hechos que pueden ser conocidos sin referencia a Dios es ya, lo opuesto a la posición Cristiana. No es necesario decir que todos los hechos pueden ser conocidos sin referencia a Dios con el objeto de tener una clara negación de la posición Cristiana. La afirmación del Cristianismo es exactamente que no existe un solo hecho que pueda ser conocido sin Dios. Por ende, si alguien asegura que existe siquiera un hecho que puede ser conocido sin Dios, entonces esa persona razona como un no-Cristiano. Se desprende entonces que tal persona en efecto rechaza la totalidad de la posición Cristiana, las conclusiones finales lo mismo que el punto de partida. Y eso significa que tal persona, desde el principio, ha dado por sentado que no hay ningún Dios en quien puedan ser conocidos los “hechos.” En otras palabras, tal persona ha dado por sentado que Dios no es, al menos, un “hecho” que pueda estar relacionado con cualquier otro “hecho,” de modo que ningún otro hecho pueda ser entendido sin referencia al “hecho” de Dios. Era necesario señalar este punto, que todo ser humano debe necesariamente comenzar con una clara “parcialidad,” en esta etapa, porque a menudo se asume que la verdadera diferencia entre la posición tradicionalmente Cristiana y los métodos ordinarios filosóficos y científicos existen en el hecho de que solo la posición tradicional tiene prejuicios, mientras que todas las demás son imparciales. Fue necesario también enfatizar la universalidad del “prejuicio” en este punto porque de este modo se hará claro que cuando el Cristiano y su oponente usan la misma terminología no están dando a entender las mismas cosas. Ambos hablan de métodos inductivo, deductivo y trascendental, pero cada uno de ellos presupone su propio punto de partida, cuando usa estos términos, y que el hecho le da a estos términos un significado diferente en cada caso. Se deriva de esto, también, que cuando el Cristiano se está oponiendo no se está oponiendo a estos métodos como tales, sino a las presuposiciones anti-Cristianas que se hallan en la base de ellos.


CONOCIMIENTO

Cuál método se ajusta a un cierto sistema de pensamiento depende de la idea del conocimiento que tenga un sistema. Para el sistema Cristiano el conocimiento consiste en entender la relación de cualquier hecho con Dios tal y como se revela en la Escritura.

Conozco un hecho verdaderamente en la medida que entiendo la relación exacta que tal hecho sustenta en el plan de Dios. Es el plan de Dios lo que le da significado a cualquier hecho en términos del plan de Dios. El significado total de cualquier hecho se ve agotado por su posición en el plan de Dios y su relación con él. Esto significa que todo hecho está relacionado con cualquier otro hecho. El plan de Dios es una unidad. Y es esta unidad del plan de dios, fundamentado como se halla en el mismo ser de Dios, lo que provee la unidad que buscamos entre todos los hechos finitos. Si alguno sostuviera que un hecho puede ser plenamente entendido sin referencia a todos los otros hechos, el tal es tan antiteísta como cuando sostiene que un hecho puede ser entendido sin referencia a Dios.


IMPLICACIÓN

A partir de esta concepción del conocimiento se hará evidente cuál método estará obligado a usar un Cristiano. Ese método quizá lo podamos designar mejor como el método de implicación. Lo que buscamos hacer en nuestra búsqueda para entender el universo es trabajar nosotros mismos aún más profundamente en las relaciones que los hechos del universo sustentan para con Dios. Es decir, buscamos implicarnos nosotros mismos más profundamente en una comprensión del plan de Dios en todo hecho que investiguemos. Suponga que soy un biólogo estudiando el color de ciertas ranas. Para hacer esto, debo buscar saber todo acerca de las ranas en general. Debo tener alguna concepción respecto a las especies como un todo, antes de poder estudiar inteligentemente al individuo. O si estoy estudiando algún animal sobre el cual no hay ninguna información disponible en los registros de la ciencia, todavía es necesario que tenga una teoría sobre la vida animal en general con el objeto de lanzarme en una investigación fructífera. De modo que, al comenzar cualquier investigación, lo general precede a lo particular. Nadie sin alguna noción general de la vida animal pensará jamás investigar un punto en detalle. Luego, cuando continúe mi investigación, debo buscar relacionar esta rana particular con las otras ranas, luego las ranas a la otra vida animal, y luego la vida animal como tal con la vida humana, y la vida humana con la concepción que tengo de Dios. Ahora, este enfoque desde abajo hacia arriba, de lo particular a lo general, es el aspecto inductivo del método de implicación. Mientras mayor sea la cantidad de estudio detallado y mientras mayor sea el cuidado con que tal estudio sea llevado a cabo, más verdaderamente Cristiano será el método. Es importante mencionar este punto con el objeto de ayudar a remover la mala interpretación común de que el Cristianismo se opone a la investigación de los hechos. Los oponentes del Cristianismo todavía están buscando como propagar esta mala interpretación, y esto puede verse, por ejemplo, en un libro como el de Stewart G. Cole, La Historia del Fundamentalismo. A lo largo de todo el libro se declara una y otra vez que los creyentes en la posición tradicionalmente Cristiana están opuestos a la propagación del conocimiento de todos los hechos descubiertos por la ciencia. Ahora, fuese muchísimo mejor para el Liberalismo si estuviese dispuesto a pelear abiertamente y admitir que toda la lucha es una que tiene que ver con dos filosofías de vida mutuamente opuestas, en lugar de ser una lucha que tiene que ver con ocultar o no ocultar ciertos hechos.



DEDUCCIÓN E INDUCCIÓN

Luego, correnpondiéndose con el aspecto inductivo del método de implicación se halla el aspecto deductivo. Podemos definir este como el control de lo general sobre lo particular. Nuestra concepción de Dios controla la investigación de todo hecho. Tenemos la seguridad, tan certera como nuestra convicción de la verdad de toda la posición Cristiana, de que ciertos “hechos” nunca serán descubiertos. Uno de estos, por ejemplo, es “el eslabón perdido.” Asumimos el término “eslabón perdido” en su significado corriente de una transición gradual de lo no-racional a lo racional. Como tal, es una concepción anti Cristiana, puesto que implica que lo no-racional es más último que lo racional. Al menos el anti Cristiano quiere dejar la cuestión de la relatividad del carácter último de lo racional a lo no-racional como una cuestión abierta, mientras que el Cristiano nunca puede permitirse eso. Para el Cristiano, es una cuestión establecida, no una cuestión abierta. Y esta diferencia entre el Cristiano y sus oponentes se hace más que evidente en el método de investigación de los hechos. El anti Cristiano sostiene que puede surgir cualquier clase de hecho. Él cree que este es uno de los requerimientos más importantes de una actitud verdaderamente científica. Por otro lado, el Cristiano sostiene que no aparecerá ningún hecho que pueda desmentir el carácter último del hecho de Dios, y por ende, de aquello que Él ha revelado sobre sí mismo y su plan para el mundo por medio de Cristo en las Escrituras. Podemos ilustrar este punto con el ejemplo de un matemático que descubre que tres puntos están relacionados unos con otros por medio de un círculo. Luego, cuando procede a dibujar el círculo sigue un curso definitivamente “prescrito” aún si todavía no ha hecho ninguna marca en el papel. Si es el círculo el que relaciona a los puntos, y si el círculo agota la relación de los puntos, el matemático no puede de manera razonable esperar encontrar otros puntos en una tangente del círculo que se hallen, no obstante, relacionados con los puntos del círculo. Ahora, podemos comparar el círculo del matemático con el concepto Cristiano de Dios. Sostenemos que el significado de cualquier hecho finito se halla agotado por su relación con el plan de Dios. Por lo tanto, lo mismo será verdad para cualquier otro hecho, sean dos o tres, etc. Y se deriva que ningún otro hecho puede hallarse en alguna relación posible con estos hechos a menos que también estén relacionados con este plan de Dios que lo abarca todo. En otras palabras, sólo los hechos Cristianos son posibles. Pues cualquier hecho, para ser del todo un hecho, debe ser lo que la Escritura dice que es. Este es el principal punto en disputa entre los Cristianos y los no Cristianos. La diferencia entre los dos no solamente se evidencia en la interpretación de los hechos después que han sido encontrados, sino incluso en la cuestión de cuáles hechos uno puede esperar encontrar. Y todo esto sin decir, como se asume con tanta frecuencia, que el no Cristiano esté en lo correcto al buscar cualquier tipo de hecho. Si se prueba al final que la posición Cristiana es la correcta, entonces la posición anti Cristiana estaba equivocada, no solamente al final, sino ya desde el principio.

De la descripción dada de los aspectos deductivo e inductivo del método de implicación, se hará ahora evidente que lo que se ha conocido históricamente como los métodos deductivo e inductivo, se hallan ambos igualmente opuestos al método Cristiano. Por el método deductivo, tal y como fue ejercido, e.g., por los Griegos, se daba a entender que uno comienza sus investigaciones con la suposición de la certeza y el carácter último de ciertos axiomas, tales como, por ejemplo, la de la relación causal. En ese caso, no se consideraba de gran importancia la pregunta de si estos axiomas descansan en Dios o en el universo. No que la pregunta no hubiese sido planteada. Platón si consideró la cuestión de si Dios se hallaba detrás de las ideas o si las ideas se hallaban detrás de Dios. No obstante, esta cuestión no recibió la importancia que nosotros le damos. Debemos señalar el punto con más fortaleza. A la pregunta se le daba, en efecto, una respuesta equivocada. Se asumía que la verdad, la belleza y el bien descansaban en sí mismas y que Dios se hallaba subordinado a ellas. Para nosotros la cuestión es sobremanera importante. Si se piensa que los axiomas de los que depende la ciencia descansan en el universo, se sostiene en efecto lo opuesto de la posición Cristiana. Entonces, la única racionalidad de la que saben en el universo es la mente del hombre. Por ende, se puede declarar la alternativa diciendo que, de acuerdo a la posición Cristiana, la base de la investigación humana se halla en Dios, mientras que, para la posición antiteísta, la base de la investigación humana se halla en Dios.

Lo mismo sucede con el método más moderno de la inducción. Lo que se quiere dar a entender por la inducción como un método de ciencia es la reunión de hechos sin referencia a ningún axioma, con el objeto de descubrir adónde podrán conducirnos estos hechos. Muchos científicos afirman que este método es el método de la ciencia. Pero ya hemos visto que la noción usual que subyace en este método es una noción antiteísta, que puede haber cualquier tipo de hecho. De allí que, la diferencia entre el método prevaleciente de la ciencia y el método del Cristianismo no es que el primero esté interesado en descubrir los hechos y que esté listo para seguir los hechos en cualquier dirección hacia donde estos puedan conducir, mientras que el último no está dispuesto a seguir los hechos. La diferencia es más bien que el primero quiere estudiar los hechos sin Dios, mientras que el segundo quiere estudiar los hechos a la luz de la revelación que Dios da de Sí mismo en Cristo. De modo que, la antítesis es, una vez más, entre aquellos para quienes el centro final de referencia en el conocimiento yace en el hombre, y aquellos para quienes el centro final de referencia para el conocimiento yace en Dios, tal y como este Dios habla en la Escritura.

Por consiguiente, prestamos muy poca atención a la batalla histórica entre los apóstoles de la deducción y los apóstoles de la inducción. Nuestra lucha no es contra ninguno de ellos en particular sino con ambos en lo general. Para nosotros lo único significativo en este sentido es que a menudo se descubre que es más difícil distinguir nuestro método del método deductivo que del método inductivo. Pero la acusación favorita en contra nuestra es que todavía estamos obligados para con el pasado y que, por lo tanto, empleamos el método deductivo. Nuestros oponentes, de manera irreflexiva, identifican nuestro método con el método Griego de deducción. Por esta razón es necesario que establezcamos la diferencia entre estos dos métodos de la manera más clara que podamos.

De nuestra discusión también se hará evidente que incluso el método de implicación, tal y como es empleado por la filosofía idealista, es bastante opuesto al nuestro. Especialmente aquí es de gran importancia distinguir con claridad. Hemos escogido a propósito el nombre implicación para nuestro método porque creemos que realmente se ajusta con el esquema Cristiano, mientras que no se ajusta con ningún otro esquema. Por ende, debemos hacer esfuerzos particulares para hacer notar que el método de implicación, tal y como es propugnado especialmente por B. Bosanquet y otros Idealistas, se opone en realidad tan fundamentalmente a nuestro método como lo hace el deductivismo antiguo y el inductivismo moderno. La diferencia es, una vez más, que nosotros creemos que los Idealistas han dejado a Dios fuera de toda consideración.


A PRIORI Y A POSTERIORI

Íntimamente relacionados con los términos inductivo y deductivo están los términos a posteriori y a priori. El significado literal de estos términos es “de aquello que se sigue o que es subsiguiente,” y “de aquello que es antes” respectivamente. Un método a posteriori es que uno que es prácticamente idéntico con el método empírico o inductivo. El método a priori es generalmente identificado con el método deductivo. Necesitamos solamente observar que un razonamiento a priori, y un razonamiento a posteriori, son igualmente anti Cristianos, si estos términos se entienden en su sentido histórico. Como tales contemplan la actividad del hombre en el universo pero no toman en consideración el significado de Dios por encima del universo.


TRASCENDENTAL

Debiese notarse un punto más sobre la cuestión del método, a saber, que desde un cierto punto de vista, el método de implicación también puede ser llamado un método trascendental. Ya hemos indicado que el método Cristiano no usa ni el método inductivo ni el deductivo tal y como son entendidos por los oponentes del Cristianismo, sino que tiene elementos de ambos, de la inducción y la deducción en él, si estos términos se entienden en un sentido Cristiano. Ahora, cuando estos dos elementos se combinan, tenemos lo que  queremos dar a entender por un argumento verdaderamente trascendental. Un argumento  verdaderamente trascendental toma cualquier hecho de la experiencia que desea investigar, y trata de determinar cuáles deben ser las presuposiciones de tal hecho, con el objeto de hacerlo lo que es. Un argumento exclusivamente deductivo tomará un axioma tal como el que toda causa debe tener un efecto, y razonará en línea recta a partir de tal axioma, derivando todo tipo de conclusiones acerca de Dios y el hombre. Un argumento puramente inductivo comenzaría con cualquier hecho y buscaría en línea recta una causa de tal efecto, y quizá concluya en que este universo debe haber tenido una causa. Ambos métodos han sido usados, como veremos, en pro de la defensa del Cristianismo. Sin embargo, ninguno de ellos podía ser totalmente Cristiano a menos que ya presupongan a Dios. Cualquier método, como se señaló antes, que no sostenga que ningún hecho puede ser conocido a menos que Dios le dé significado a ese hecho, es un método anti Cristiano. Por otro lado, si Dios es reconocido como la única y final explicación de cualquier hecho, ni el método inductivo ni el deductivo pueden usarse ya más en exclusión del otro. Que éste es el caso se puede comprender mejor si tenemos en mente que el Dios que contemplamos es un Dios absoluto. Ahora, el único argumento que llena los requisitos para un Dios absoluto es un argumento trascendental. Un argumento deductivo como tal conduce únicamente de un punto en el universo a otro punto en el universo. Así también un argumento inductivo como tal nunca puede llevar más allá del universo. En cualquier caso no hay más que una regresión infinita. En ambos casos es posible que la pequeña niña inteligente pregunte, “Si Dios hizo el universo, ¿quién hizo a Dios?” y no se le dará ninguna respuesta. Esta respuesta es, por ejemplo, una contestación favorita del polemista ateo, Clarence Darrow. Pero si se les dijera a tales oponentes del Cristianismo que, a menos que hubiese un Dios absoluto, sus propias preguntas y dudas no tendrían significado en lo absoluto, no habría un argumento de contestación. Allí yacen los puntos medulares. Es la firme convicción de todo Cristiano epistemológicamente auto-consciente que ningún ser humano puede proferir una sola sílaba, ya sea en negación o en afirmación, a menos que ésta fuese en pro de la existencia de Dios. De modo que, el argumento trascendental busca descubrir qué tipo de fundamentos debe tener la casa del conocimiento humano, con el objeto de ser lo que es. No busca descubrir si la casa tiene un fundamento, sino que presupone que ya tiene uno. Sostenemos que el método anti Cristiano, ya sea deductivo o inductivo, puede compararse a un hombre que insistirá primero en que la estatua de William Penn en al ayuntamiento de Filadelfia puede ser concebida de manera inteligente sin el fundamento sobre el cual se levanta, con el objeto de investigar después si la estatua realmente tiene o no un fundamento.

Por lo tanto, se debiese notar de manera particular que solamente un sistema de filosofía que tome con seriedad el concepto de un Dios absoluto estará empleando un método trascendental. Un Dios verdaderamente trascendente y un método trascendental van de la mano. Se desprende entonces que si hemos estado en lo correcto en nuestra afirmación de que el Idealismo Hegeliano no cree en un Dios trascendente, en realidad no ha usado el método trascendental como afirma haberlo hecho.

Ahora, en esta coyuntura puede ser bueno insertar una breve discusión del lugar de la Escritura en todo esto. El oponente del Cristiano habrá notado desde hace mucho que francamente estamos prejuiciados, y que toda la posición es “biblicista.” Por otro lado, algunos fundamentalistas pueden haber temido que hemos estado tratando de edificar una especie de filosofía Cristiana sin la Biblia. Ahora, podemos decir que si éste fuese el caso, el oponente del Cristianismo ha percibido el asunto correctamente. La posición que hemos buscado bosquejar de manera breve francamente es tomada de la Biblia. Y esto se aplica especialmente al concepto central de toda la posición, viz., el concepto de un Dios absoluto. En ninguna otra parte de la literatura humana, creemos, se presenta el concepto de un Dios absoluto. Y este hecho está, una vez más, íntimamente asociado con el hecho de que en ninguna otra parte hay una concepción del pecado, tal como el que se presenta en la Biblia. De acuerdo a la Biblia, el pecado ha puesto al hombre en enemistad contra Dios. Por consiguiente, ha sido la labor del hombre alejarse de la idea de Dios, es decir, un Dios verdaderamente absoluto. Y la mejor manera de hacer esto fue sustituirlo con la idea de un Dios finito. Y la mejor manera de llevar a cabo este propósito subordinado fue hacerlo de manera que pareciera que se retenía la idea de un Dios absoluto. De allí la gran insistencia por parte de aquellos que son realmente anti Cristianos, de que son Cristianos.

De modo que parece que debemos tomar la Biblia, su concepción del pecado, su concepción de Cristo, su concepción de Dios y todo lo que está involucrado en estos conceptos – tomar todo esto junto – o no tomar ninguno de ellos. Así también, hace poca diferencia si comenzamos con la noción de un Dios absoluto o con la noción de una Biblia absoluta. Una se deriva de la otra. Están implicadas juntas en la cosmovisión Cristiana de la vida. O las defendemos a todas o no defendemos ninguna. Sólo un absoluto es posible, y solamente un absoluto puede hablarnos. De modo que, debe ser siempre la misma voz del mismo absoluto, aún cuando parezca hablarnos en diferentes lugares. La Biblia debe ser verdad porque solamente ella habla de un Dios absoluto. E igualmente cierto es que creemos en un Dios absoluto porque la Biblia nos habla de uno.1

Y esto nos trae al punto del razonamiento circular. Se señala constantemente la acusación de que si el asunto permanece en pie con el Cristianismo, ha escrito su propia sentencia de muerte en lo que concierne a los hombres inteligentes. ¿Quién quisiera cometer tal error garrafal en lógica elemental, como decir que creemos que algo es verdad porque se halla en la Biblia? Nuestra respuesta a esto, brevemente, es que preferimos razonar en un círculo a no razonar del todo. Sostenemos que es verdad que el razonamiento circular es el único razonamiento que es posible para el hombre finito. El método de implicación, tal y como ha sido bosquejado antes, es razonamiento circular. O podemos llamarlo razonamiento en espiral. Debemos andar alrededor de una cosa, una y otra vez, para ver más de sus dimensiones y saber más acerca de ella, en general, a menos que seamos más grandes que aquello que estamos investigando. A menos que seamos más grandes que Dios no podremos razonar acerca de Él de ninguna otra manera que por medio de un argumento trascendental o circular. El rechazo a admitir la necesidad del razonamiento circular es, en sí mismo, una señal evidente de oposición al Cristianismo. Razonar en un círculo vicioso es la única alternativa a razonar en un círculo tal y como se discutió antes.

En una manera bastante áspera hemos buscado en este capítulo definir la terminología a usarse, y con ello hemos buscado también dar algo como un bosquejo preliminar de la epistemología Cristiana. Fue necesario que hiciésemos esto antes de comenzar nuestra revisión histórica para que pudiésemos tener algún estándar por el cual juzgar la historia. Pues incluso aquellos que comienzan con el propósito declarado de dejar que la historia produzca su propio estándar, en realidad han comenzado con una filosofía de la historia, a saber, una que sostiene que la historia es, en sí misma aparte de Dios, producir tal estándar. Además de esto, fue necesario que justificáramos nuestra elección del material histórico. Hemos dicho que, para nosotros, la cuestión del lugar dado al concepto de Dios determina el valor de una teoría de la epistemología. De allí que es esta cuestión principalmente la que buscamos contestar en nuestra investigación histórica. Pero nuestros oponentes van a pensar que tal procedimiento es una señal evidente de perdición. Para ellos la cuestión de la posición no es de primordial importancia. Por consiguiente, aún esto es un punto controversial sobre el cual uno tiene que tomar partido desde el principio. Es en sí mismo un mérito llegar a ser consciente desde el principio del carácter intensamente controversial de todo esfuerzo por construir una cosmovisión de la vida y el mundo.

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1 En algunas de sus recientes publicaciones – particularmente en su obra De Heilige Schrift, 1966 – 1967 – el Dr. G. C. Verkouwer les advierte a los Cristianos ortodoxos en contra de tener una visión formal de la Escritura. Subraya el hecho de que el contenido de la enseñanza bíblica y la idea de la Biblia están implicadas la una con la otra. Es este punto el que el sílabo señalaba en 1939.